Si creemos que la siesta o el doce far niente son patrimonio de la Europa latina, estamos muy equivocados; los abundantes y frondosos parques alemanes son muy apropiados para ejercer ese placer; de hecho las autoridades (sanitarias o no), lejos de advertir que puede perjudicar a la salud (como hacen casi siempre por estos lares) incitan a su práctica e ilustran, para los germanos menos acostumbrados, las diferentes posturas del ocio sesteante mediante bellos grupos escultóricos. Los alemanes (al fondo por aquello de la intimidad), que son gente, en general, dada a cumplir los preceptos administrativos, imitan las posturas propuestas, las interpretan y crean otras nuevas, fruto de su capacidad para ejercer el I+D. Reconozco que son buenos en ello, ya que el hecho de tumbarse en la fresca hierba es todo un ejercicio de disfrute que se acompaña de esterillas, toallas y hasta tumbonas en muchas ocasiones y cuando se trata de un hecho premeditado y que no solo consiste en un rato de descanso, sino que se aprovecha para tomar el sol en los días propicios. Mientras en Barcelona se prohíbe deambular por el casco urbano con el torso desnudo (y, seguramente, pisar el césped), los alemanes se muestran muy proclives a despojarse de su ropa superior e inferior para disfrutar del sol tumbados en los parques y no es extraño ver miembros de la ciudadanía germana de cualquier condición, sexo y edad, tomando el sol en calzoncillos o lencería fina (o no) según el caso. Al fin y al cabo las esculturas que les sirven de muestra tampoco parecen ir muy cubiertas.
Hasta mañana.
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