martes, 28 de junio de 2016

Elecciones y tal


Hoy ha tocado jornada de reflexión, y es que la jornada de reflexión tendría que ser el día posterior a las elecciones y no el anterior; un lunes en el rincón de pensar para darle una vuelta al asunto y sacar conclusiones.

A. Los ganadores.
A ver si nos enteramos, el censo electoral es de 36.518.100, de los que:

  1. Se ha abstenido el 30,16%, más de 10,3 millones de españoles.
  2. El PP ha obtenido 7,9 millones de votos.
  3. Primera conclusión: ha ganado la abstención por 2,4 millones de votos.
B. Los hechos
Somos seres olvidadizos: cuando el fracaso de unas negociaciones con voluntad de fracaso obligó a la convocatoria de nuevas elecciones escribí en un post que "Tenemos que votar a unos incapaces que han demostrado ser unos incapaces" y advertí que la nueva convocatoria electoral supondría: el crecimiento del PP que recuperaría el voto prestado a ciudadanos, el mantenimiento del PSOE que no perdería a los más fieles ni tampoco recuperaría a los desencantados y la abstención de esos desencantados doblemente desencantados que prestaron su voto a la izquierda.

Las encuestas son traicioneras y hasta intencionadas y sirven para nublar el entendimiento de los ególatras que las veneran como a sí mismos. Mi vaticinio fue tachado de mal agüero por los incautos que creen en lo que quieren creer en vez de creer en lo que ven.

Esa ceguera persistente ha puesto en boca de los líderes de la izquierda una incomprensión del resultado a día de hoy que refuerza su incompetencia y muchos amigos y conocidos llegan al extremo de decir que la gente se equivoca al votar. Y no es cierto, nadie se equivoca al votar. Cada uno vota lo que quiere, condicionado por su miedo, por su rabia o por sus ideas, o vota con alegría y sin condicionamientos, o no vota.

C. Los perdedores
Quien se equivoca no es la gente sino los políticos profesionales que pretenden interpretar unas voluntades que les son ajenas, que se representan a sí mismos y a sus siglas y las disfrazan de una voluntad popular que no puede ser ni representada ni interpretada.

En el caso de la izquierda, han bastado tres intervenciones parlamentarias de Pablo Iglesias, unas cuantas líneas rojas mal trazadas y una apariencia mezcla de dogmatismo barato y soberbia mal disimulada para que más de un millón de votantes se quedaran en casa y otros cientos de miles votáramos como los monos de Gibraltar (con la boca, los oídos o los ojos tapados) lo mismo que otros muchos cientos de miles han vuelto al redil popular con los dedos tapando sus narices.

Sí, yo también estoy decepcionado, cabreado y triste, no porque no haya ganado la coalición a la que voté ni porque haya vencido la abstención seguida de lejos del PP, sino porque perdemos todos y lo hemos decidido así entre todos.

Preveo una legislatura corta y, después, a ver si somos capaces de explicarnos mejor, y es que, como escribí ayer, "estábamos tan ocupados en la estupidez ajena que nos hemos olvidado de la propia. Otro reto pendiente para la izquierda".