martes, 11 de agosto de 2015

Redadas, mossos y otras autoridades

Vivimos en unos tiempos de mierda. Chupamos las riquezas de los países del Sur, de los sures y les vendemos democracia, cocacola y un sofá en el salón; pero cuando vienen a ver los productos en origen, les cerramos la entrada, los dejamos morir (iba a decir como animales, pero no lo digo porque seguro que habría un helicóptero al rescate de una balsa de chihuahuas) en el Mediterráneo o los metemos en güetos sea en Calais, en Ceuta o en el sur de Nuevo Méjico (aquélla tierra que tambien fue suya, o de nadie, o de quien la trabaja).

http://www.eldiario.es/catalunya/Disturbios-Salou-protesta-senegales-Mossos_0_418908378.html



Y si consiguen cruzar la valla por alguna de sus peligrosas rendijas, se les acogota con leyes de extranjería, sanitarias, empadronamiento o cualquier otro invento político contra la dignidad de las personas.

Cualquier cuerpo policial y los mossos lo han demostrado feacientemente, es represivo y reprime lo que les mandan los represores, (gente que entiende gobierno como represión, ley como represión, ejercicio de la justicia -que no Justicia- como represión). Y reprimen con saña a los de siempre, como los niños cobardes que se ceban con el débil; machacan (por orden de la autoridad, claro está) a los manifestantes por cualquier causa justa (alguna declarada ilegal), impiden impedir desahucios, desahucian, cortan el paso a ciudadanos que van a explicarse en un pleno (por orden gubernativa, claro), acosan a adolescentes inmigrados sin más permiso que el que les otorga la vida o despliegan redadas contra negros vendedores del top manta.

Sí, las fuerzas de orden público son, por definición, represivas. Así lo afirman las dos primeras palabras: fuerzas y orden, lo de público será porque lo hacen en la calle (aunque no se les pueda hacer fotos). Y reprimen, por orden de la autoridad, claro está, una concentración de la cocacola que luchaba por hacer cumplir una sentencia judicial o a unos mineros ejemplares que fueron a pedir cuentas a quien corresponda que es una empresa energética; igual que reprimen a unos negros que se ganan la vida en el top manta y obligan, en su celo represor, a que uno de ellos, intentando huir, quién sabe porqué, se mate al saltar desde un blacón.

Y es que hay que proteger a la cocacola frente a las decisiones judiciales, a las eléctricas frente a los mineros, y no dejar vender bolsos de bimba y lola falsos a los negros, porque esas represiones (y todas las demás), son la esencia de su existencia.

jueves, 6 de agosto de 2015

Menores en la ley de espectáculos


Peña Rouna, mi peña sanroquera, ha sido siempre para todas las edades. Muchos y muchas de sus actuales miembros adultos han sido rounos y rounas desde pequeños y, en muchas de las fotos de años pasados, reconoceremos caras de actuales directivos, presidenta... Y en otras están las futuras directivas, presidentes o presidentas, en el caso de que la normalización de cualquier actividad humana nos permita mantener las fiestas dentro de unos años, que la diversión nunca ha estado bien vista por la autoridad (así en abstracto).

No nos acostumbraremos nunca a que los legisladores dicten leyes sin conocer la realidad en la que se van a aplicar y acaben siendo absurdos legales que otros servidores públicos, encantados de mandar y de hacerse obedecer, obligan a cumplir sin ton ni son, convirtiéndolo todo en un esperpético sinsentido.

En este caso, la cosa es flagrante y van a poner tanto empeño en controlar que las peñas sanroqueras cumplen la normativa de menores según han avisado (he dudado si escribir amenazado) que descuidarán el control del botellón callejero, que es donde los menores que beben, lo hacen, y en la calle, lugar en la que sólo la autoridad tiene competencia. Al fin y al cabo, en los locales de las peñas, los trabajadores de las barras, profesionales ellos, ya saben que está prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores.

Cuando empecé a enterarme de la aplicación estricta de la norma, mi opción era (y es) la desobediencia de todas las peñas. Ya se sabe que eso es complicado de conseguir en un Calatayud más acostumbrado a obedecer, así que, al menos, quede por escrito (y por dibujo) mi protesta que, me consta, no es sólo mía.