No nos acostumbraremos nunca a que los legisladores dicten leyes sin conocer la realidad en la que se van a aplicar y acaben siendo absurdos legales que otros servidores públicos, encantados de mandar y de hacerse obedecer, obligan a cumplir sin ton ni son, convirtiéndolo todo en un esperpético sinsentido.
En este caso, la cosa es flagrante y van a poner tanto empeño en controlar que las peñas sanroqueras cumplen la normativa de menores según han avisado (he dudado si escribir amenazado) que descuidarán el control del botellón callejero, que es donde los menores que beben, lo hacen, y en la calle, lugar en la que sólo la autoridad tiene competencia. Al fin y al cabo, en los locales de las peñas, los trabajadores de las barras, profesionales ellos, ya saben que está prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores.
Cuando empecé a enterarme de la aplicación estricta de la norma, mi opción era (y es) la desobediencia de todas las peñas. Ya se sabe que eso es complicado de conseguir en un Calatayud más acostumbrado a obedecer, así que, al menos, quede por escrito (y por dibujo) mi protesta que, me consta, no es sólo mía.
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