martes, 3 de octubre de 2017

Izad las banderas


Tender banderas en los balcones es un acto de identificación con un símbolo que pretende representar a una nación, a un pueblo, a una patria, por utilizar términos muy manidos estos días. Reconozco que soy muy poco de banderas (salvo, tal vez, la blanca), pero mucho de respetos, por eso, diré que respeto a quien cuelga su bandera en el balcón, sea rojigualda, cuatribarrada, estelada, de Aragón o de cualquier otra comunidad, aunque sea un invento de hace unos años y aunque el invento sea (como por ejemplo la de Madrid) de un poeta ácrata y natural de Baracaldo que pretendió poner en una tela la Osa Mayor, lo que dice mucho de las banderas, de su simbología y de su origen, en ocasiones, mestizo.

Eso sí, mi respeto a las banderas, que no es más que el respeto a las personas que las utilizan, tiene dos límites:
  1. El primero es fruto de la proliferación de banderas españolas y catalanas o esteladas en los balcones de los territorios representados y nace también de mi espíritu observador y socarrón, que hay que sumar sentido del humor al sentimiento patrio. Lo resumo en un concepto simple: la patria también se plancha. Y es que he visto tendidas, al natural o en fotos, banderas cuadriculadas de pliegues o arrugadas de armario y he pensado en un sentimiento patriótico más de cara a la galería callejera que al amor verdadero, al cuidado familiar que impediría al hijo salir a la calle con la camisa sin planchar y que es el cariño que, de verdad, necesita la nación, que está por encima de los desfiles, manifestaciones, juras, idolatrías y grandes declaraciones. Es aquel viejo y profundo cariño que hizo que a Unamuno (que era español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo) le doliera, como a mí, España.
  2. El segundo límite a mi respeto está en lo que la bandera, la que sea (española o catalana, por simplificar en este caso), esconde detrás. Compruebo tristemente que hay banderas que esconden actitudes, conceptos, hechos, resquemores y hasta odios que ni comparto ni acepto, y a esos a quienes dirijo mi desconsideración:
    • En general, las banderas que se utilizan en contra de los otros, que tienen bando contrario, que portan los que jalean "a por ellos" y creen representar los que se han creído ese "a por ellos" y han obrado en consecuencia. Esos no me representan.
    • Los aprovechados del sentimiento colectivo para colar el propio, enseñando banderas con águilas, yugos y flechas al ritmo de caralsol.
    • Los que utilizan las banderas para esconder la mentira y, en este caso, todos mienten y arrastran a los demás tras su mentira (recuerden que en las guerras no mueren los generales):
      Miente el Gobierno y los gobiernos anteriores, que han pactado con los nacionalistas cuando les ha interesado y han alimentado, con su empeño codicioso en no reformar la ley electoral para hacerla más justa y equitativa y, también, con sus acuerdos bajo o sobre cuerda, al nacionalismo que hoy rechazan.
      Miente el nacionalismo catalán cuando dice que España les roba, pese a que el ex-ministro Borrell ha demostrado lo contrario en un libro que nadie que no esté interesado en desmontar la mentira ha leído. Tristemente, las ratas a la sombra del estado nos han robado a todos, hasta a los que alardean de bandera.
      Miente el partido en el gobierno español al convencer a miles de españoles firmantes (e iletrados, añado) contra un abortado estatuto catalán cuyo articulado poscrito por el Tribunal Constitucional está recogido en estatutos entonces aprobados por el PSOE andaluz o por el PP valenciano, sólo por poner dos ejemplos gobernantes en el mismo momento histórico.
      Miente el Gobierno catalán y sus intelectuales cuando se inventan una historia con minúnsculas que no es una Historia con mayúsculas porque es manipulada para justificar sus postulados identitarios y una identidad inventada es una identidad falsa. (A José Luis Corral me remito por no irme mucho más lejos).
      Miente el Gobierno español cuando comparece enmascarando y justificando la violencia policial injustificable. Y miente doblemente porque ha conseguido un efecto multiplicador del independentismo con su actuación. Y miente triplemente porque, me temo, es el efecto que buscaba y es que, contra el independentismo se vive mejor.
      Miente el Gobierno catalán cuando considera válido un esperpento de consulta, independientemente de las circunstancias en las que se ha producido. Y miente doblemente porque ha provocado la intervención violenta del estado en una consulta que se pretendía no violente. Y miente triplemente porque, me temo, es el efecto que buscaba y es que, contra el españolismo se vive mejor.
      Mienten las televisiones públicas de España y Cataluña cuando informan de los acontecimientos.
      Mienten los pertenecientes a uno y otro bando cuando publican imágenes ensangrentadas y violentas de otros momentos en una impostura innecesaria, que bastante violencia y sangre hubo el domingo (y la habrá) y mienten cuando unos y otros abrazan a sus respectivas policías porque algunas de esas imágenes las han provocado las represiones policiales respectivas en otras ocasiones (mineros, 15M, mareas o cualquier otra manifestación popular).
      Mienten los partidos en el poder de las dos partes a las que el conflicto les sirve para tapar sus casos de corrupción y ganar rédito electoral a costa de los de siempre, los que se dejan llevar por la corriente engañados voluntaria o inocentemente.
Mienten, sí, y tras su bandera falaz arrastran a las masas, como siempre, hasta el precipicio.

Notas:


Para quien no tenga memoria, dejo esta foto  de Mariano Rajoy Brey, entonces ministro de Administraciones públicas con Aznar y artífice del pacto con los nacionalistas que permitió el apoyo al presidente. Era 1996 y está tomada en Planolas (Girona).

Para quien se ampara en la Constitución vigente les recuerdo que ninguno de los españoles y españolas menores de 59/60 años pudimos votarla en su momento, porque no éramos mayores de edad (21 años se requerían) o no habíamos nacido y eso supone 35 millones y medio de personas a las que ampara, pero no representa una constitución extemporánea, anacrónica y acartonada.

Para quien no se haya dado cuenta (he visto banderas tapando algunas ventanas), acaba de subir el paro (también en Cataluña); no se han recuperado los recortes contra el estado del bienestar (tampoco en Cataluña) y la pobreza sigue patente en España (y Cataluña) lo mismo que la desigualdad; se va a dejar mermado, por ejemplo, el centro nacional de investigación contra el cáncer; el expresidente de Murcia ha tenido que dejar sus cargos públicos acosado por la corrupción, un proceso de suma y sigue y que afecta, fundamentalmente, al partido en el gobierno español y al partido en el gobern catalán; no devuelven los bienes de la francha...

La vida sigue y es esa vida la que tienen que defender las banderas, porque la patria no es un concepto abstracto sino cada una de las personas que la constituyen.