jueves, 4 de agosto de 2011

Postdam, los holandeses y las patatas


Postdam, la que fue capital prusiana y hoy cabeza del estado federado de Bradeburgo tiene un gran interés histórico y artístico. Amén de otros muchos edificios me atrajo el barrio de los holandeses, un conjunto de centenar y medio de casitas edificadas con ladrillo rojo y al estilo de los Países Bajos con el fin de atraer a sus artesanos hacia la ciudad garantizándoles las viviendas (como ahora en algunos pueblos de Teruel). Federico Guillermo I o quien fuera de sus ministros que tuvo la idea, no afinó demasiado, ya que, según cuentan las crónicas, sólo llegaron tres o cuatro (como ahora en algunos pueblos de Teruel), por lo que las ciento cuarenta y tantas restantes se utilizaron para otros menesteres. Un barrio de holandeses sin holandeses recuerda mucho a esos bloques de viviendas abandonadas a medio construir que vemos hoy por las áreas de expansión de las ciudades españolas que conforman barrios de fantasmas donde, seguramente, tendría que seguir habiendo campo, monte o el ecosistema que toque (como en algunos pueblos de Zaragoza -megalomaños, me parece que se les llama-, la Muela, por ejemplo).


(Tumba káiser Federico II en Potsdam. Foto de Félix Ares. Licencia Creative Commons)


Amén de las obras, pues donde haya un edificio de interés histórico o artístico habrá una obra (tanto en Postdam como en Pinseque) y de los propios edificios singulares que las soportan hasta llegar a dudar si fueron primero unos u otras, Postdam tiene en su historia tratados que nunca se sabe si son de paz o de guerra, como el que finiquitó la unidad alemana tras la II Guerra Mundial y un símbolo singular: patatas sobre la tumba de Federico II el Grande. Parece ser que la patata no pasaba de ser una planta ornamental y el Kaiser manifestaba gran interés en extender su cultivo para la alimentación popular, aunque romper con la tradición agrícola no parecía sencillo, así que ordenó la plantación en sus jardines para dar ejemplo, pero tuvo la precaución mandarlas custodiar por el ejército. Ante una planta tan protegida por el monarca surgió la curiosidad y la costumbre de su cultivo (como puede verse no sólo 50 aragoneses entrarán en un seiscientos diciéndoles que no caben, también aquellos prusianos necesitaban estímulos motivantes). Por eso Federico ve obsequiada su sencilla tumba con patatas que le rinden homenaje aunque, a lo peor, le dicen ¿patatas para el pueblo? cómelas tú. No es mala idea esta de ofrecer patatas a los jerarcas, con las perras que nos va a costar la visita del Papa en la jornada de la juventud es una idea a plantearse: una ofrenda de patatas para un papa alemán y va que vuela.

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