Primero una afirmación: estaré en la manifestación del 15 de septiembre en Madrid.
Si hay algo que me jode es que los inútles se pongan a la cabeza de lo imprescindible. Que gente como Toxo y Méndez se hayan tenido que subir aprisa y corriendo al tren de las movilizaciones sociales, despistados como estaban en que no les tocaran las subvenciones era previsible, la sociedad civil se divide en tres partes: los paralizados que callan y otorgan por miedo o por costumbre, quienes siguen las consignas partidistas o sindicales consciente o inconscientemente y quienes han adelantado por la izquierda a los sindicatos de clase dejándolos con el culo de las reivindicaciones al aire después de habérselo dejado sobar largo tiempo por socialistas, populares y cualquiera que tuviera algo que ofrecer (recuérdese el ¡señorita Merkel, señorita Merkel, Mariano me ha pegao!, que escenificaron a principios del verano).
En estos tiempos Toxo y Méndez, igual que Rubalcaba o Rajoy (pero este no cuenta sino como objetivo de la lucha) son unas momias del pasado, pero los tres primeros tendrán el morro de colocarse detrás de la pancarta del 15-S (a no ser que el tercero, por aquello de la responsabilidad institucional delegue). No negaré la necesidad de los sindicatos (llevo tanto tiempo afiliado a CC.OO. que he pasado con creces las bodas de plata sindicales, aunque estoy seguro que no llegaré a las de oro), todo lo contrario: los necesitamos, pero vivos y no institucionales y burocratizados. No se me ocurrirá cuestionar la obligación opositora de la oposición, pero con un par y no descafeinada, temerosa de que la mierda que sembraron antes se vuelva contra ellos. A pesar de eso, tener a los irresponsables de CC.OO. y UGT a la cabeza de la cumbre social y de la movida del 15-S me repatea tanto como tener a los co-causantes políticos de la crisis en la misma cosa.
Pese a todo, iré a la marcha del 15 de septiembre, iré porque con la excusa de pagar una deuda privada hipotecan la sanidad, la educación los servicios sociales, las condiciones laborales y el futuro; al fin y al cabo la presencia prescindible de los inútiles no debe boicotear la participación de los imprescindibles, que somos todos los demás.
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