Hemos vivido tiempos de recursos, vivimos tiempos de ajustes y viviremos quién sabe qué tiempos y en todos los casos nos aferramos (y nos aferraremos) a la lírica educativa, aunque corran malos (o aunque corran buenos) tiempos para la lírica educativa. Al fin y al acabo la enseñánza está hecha de versos: breves, algunos; interminables, otros. Asonantes, consonantes y hasta disonantes. Que construyen estrofas, rimas y sonetos, o versos libres, tan necesarios... y tetrastrofos monorrimos, y quintillas, y romances, de ciego o no, y hasta estructuras poéticas absoluta y absurdamente académicas, como si de un juego se tratara (o de cosa seria, que también).
Y es que la lírica de la enseñanza la creamos todos a nuestra bola y la componemos de recursos y no recursos y sin recursos... Por eso, ahora es hora de empeñarnos en exprimir lo que tenemos y empeñarnos en conseguir que la reivindicación (imprescindible en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad) no se convierta en una excusa. Ahora más que nunca.
No se si viene muy a cuento de tu artículo, aún así voy a compartir un fragmento de algo que ha venido a mi hace unas horas. Más que nada por aquello de "no lamentar(se)", de "si implicar(se)" y de intercambiar(se):
ResponderEliminar"A las y los docentes es la necesidad la que nos vincula, pero no podemos confundir la necesidad con el lamento que es ‘el sello del sufrimiento’ [...] y que involuntariamente refuerza aquello de lo que nos quejamos. Sin embargo, atrevernos a decir y hablar de la necesidad nos lleva a la realidad donde la cultura vuelve a ser algo vital. Quien se lamenta se considera siempre inocente, mientras que decir la necesidad nos implica personalmente y de manera muy fuerte con algo que nos apremia y nos urge para crear contextos de saber donde se dé el intercambio entre quienes madrugan cada día para aprender con quienes sienten la pasión de educar y enseñar."
De Chiara Zamboni, en "Decir la necesidad".
Me gustan tus reflexiones Joserramón.