El caso Bárcenas no solo enmerda a los presuntos enmerdados del aparato popular sino, y no solo por afinidad de siglas precisamente (por mucho que Soraya se empeñe en que Moncloa no es Génova), al propio gobierno. Que salga en los papeles que Ana Mato y familia se beneficiaron de la Gürtel convierte a la ministra de enfermedad, beneficencia social y desigualdad en ilegítima para ocupar el cargo (aunque se cargue el marrón su marido). Que Jorge Fernández Díaz, ministro de la desgobernación, destituya a la cúpula policial que investigó la corrupción del PP, lo deja con las vergüenzas al aire, o sin ellas (y sin vergüenza no se puede gobernar). Que Montoro, ministro del dinero (blanco o negro) y de la mala administración pública, destituya a los inspectores de hacienda de la oficina contra el fraude que investigaron el chanchullo Gürtel lo inhabilita como ministro y si se confirma que Bárcenas utilizó su vergonzante amnistía fiscal para regularizar parte del dinero negro, solo tiene el camino de la dimisión.
Si, en definitiva, se confirma lo que publica hoy el País y acabo de escuchar en la cadena SER, entre los papeles aparecen los nombres de buena parte de la cúpula pasada y presente del PP, tienen que producirse dimisiones a capazos o la calle (todas las calles, no sólo Génova) será un clamor como ya empieza a serlo y este país se convertirá en una bomba de relojería a la que cada vez queda menos tiempo para estallar.
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