jueves, 22 de noviembre de 2012

Minifestantes y derivados

Si en otra entrada de este Bocavolario definía el novismo minifestación, es necesario hacer lo propio con  minifestante y sus múltiples derivados.

Minifestante.- Si fuera tan rácano como nuestros académicos me despacharía con algo así como: persona que participa en una minifestación. Sin embargo el afán divulgativo que rige los pasos de esta serie me obliga a explicar no pocos matices del término.

Los minifestantes son las moléculas que integran las minifestaciones, capaces de expandirse hasta multiplicar por diez o más la superficie que ocuparían en circunstancias normales, de forma que, según conteo gubernativo 35.000 minifestantes son capaces, en su expansión, de rellenar hasta cuarenta hectáreas. Su escaso tamaño (cada diez -mil según la Intereconomía- parecen uno) hace más inverosímil, si cabe, esta propiedad.


Los minifestantes se caracterizan por jalear consignas varias (en función del objeto de la minifestación), portar pancartas alusivas a dicho objetivo, tocar silbatos y bocinas; pero, sobre todo, hay un rasgo común que los identifica sea cual sea el sesgo movilizador, se trata de la frase profética: luego dirán que somos cinco o seis, que, a la sazón, se cumple siempre y porque habrá alguien que lo diga (medios de comunicación no afectos al objetivo y delegaciones del Gobierno siempre que no medien el Papa o la selección española de fútbol).

A decir del ¿actor? Arturo Fernández, experpento en el tema, (el Arturo Fernández de la patronal no se ha pronunciado, pero no tardará en hacerlo) en la cadena intereconomía, a las minifestaciones indignadas no va gente guapa, y los minifestantes son feos y parecen salidos de un campo de concentración, afirmación esta con la que parecen estar de acuerdo los conterturbios del gato al agua, programa de esa cadena (guapos e inteligentes donde los haya), a juzgar por el coro de risas que jaleaba al ¿actor?

Según convenga a la autoridad gubernativa, los minifestantes son peligrosos extremistas antisistema (si se trata de padres y madres de familia que, junto con sus peligrosos retoños, reclaman una enseñanza decente, o amenazadoras abuelitas yayoflautas contrarias a los recortes sanitarios...) o ejemplares ciudadanos si ocupan la calle apoyando, por ejemplo, la separación de sexos en las aulas; en ese caso, además de su ejemplaridad, adquieren una categoría nueva: la de maxifestantes, grupos caracterizados por computar más cuantos menos son.

Pero además de los maxifestantes, existen otros derivados de minifestante que merecen consideración.

Los más conocidos son los minifestontos (si el recuento coincide con la realidad manifestontos), que son, según la Razón, Intereconomía y otros medios (por parciales) afines al régimen, la mayoría de los minifestantes, los que se dejan llevar por cantos de sirena antipatriotas, manipulaciones extremistas y sentimientos radicales.

Los minifiestantes, que suelen acudir a los actos con chiflainas, gaitas y tambores de toda índole (los manifiestantes llevan guitarras para el cumbayá) para animar el cotarro.

Los manigestantes, asistentes desde el vientre materno a convocatorias antiaborto o, si son minigestantes, a algaradas revolucionarias que vergüenza les tendría que dar a sus futuras progenitoras.


Si hay un rasgo que distingue a los minifestantes de los manifestantes es que los primeros acaban encontrando siempre la horma de su zapato, al entender de la autoridad, en forma de golpes policiales provocados por el maestro armero, que pasaba por allí, por lo que se sospecha, aunque no está plenamente confirmado, un cierto sesgo masoquista. Y es que su carácter radical les hace desoír las prohibiciones a cualquier minifestante: prohibido llevar capucha, pasamontañas, careta, casco, pañuelo o cualquier prenda que permita ocultar la cara; prohibido tomar fotos o cualquier otro documento gráfico; prohibido llevar pancartas con palo, caramelos con palo y palos a secas; prohibido consumir líquidos alcohólicos, prozac o cualquier otro estupefaciente; prohibido gritar consignas anti-patrióticas; prohibido concentrarse, manifestarse, viajar a una mani, pensar en ir a una mani...

En toda minifestación que se precie, los minifestantes acaban escuchando un minifiesto, pero eso será harina de otro costal.

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