Hace unos años, cuando al neoliberalismo le interesaba invitarnos a bailar para alimentar a la voracidad capitalista; cuando cambiamos la mesa camilla del salón por el tresillo, las conversaciones familiares por la televisión y pusimos calefacción central para calentar nuestros, hasta entonces, helados sueños; cuando, en fin, buscando lo políticamente correcto, abandonamos palabras como maestro u obrero y las sustituimos por docente o trabajador y nos constituimos en ferviente clase media de coche, piso, vacaciones en el mar y apartamento en playa o montaña... Hace todos esos años, variables segùn el punto de partida y del proceso, tiramos a la papelera, junto con la palabra obrero (por demodé y radical), aquel marxismo del que muchos habíamos bebido en las fábricas, en los sindicatos, en el PSOE y otros partidos, en las luchas contra la dictadura, en la universidad y hasta en la sacristía del seminario.
De repente, estuvo mal visto ser marxista y hasta se dejó de hablar de materialismo histórico para comprender la evolución de las sociedades. Marcelino Camacho pasó a la reserva y, junto con sus jerséis de cremallera, desapareció del moderno vocabulario laboral la palabra obrero y se decía trabajadores y trabajadoras, en lugar de obreros y obreras; algunos, más distanciados, se nombraban empleados o empleadas, operarios u operarias... Éramos modernos, la nueva clase media que seguía siendo la última del escalafón porque detrás del último no va nadie.
Con el marxismo y el obrerismo en la basura, olvidamos que fue la lucha de clases (y no Europa ni sus gobiernos ni la Democracia ni el Concilio Vaticano II...) la que nos hizo como éramos y nos permitió habitar ese estado del bienestar que ahora se nos escapa como el agua entre las manos; renunciamos a nuestro pasado como pueblo, a nuestro patrimonio de luchas y alertas y nos echamos, inconscientes, en los brazos del enemigo, que nos mecieron mientras le fuimos útiles y nos repudian por innecesarios tras encontrar a otros que les paguen los gastos, no sin antes exigirnos el rédito de su cariño interesado.
No añoro los malos tiempos ni cualquier tiempo pasado fue mejor, porque lo que tiene que ser mejor, siempre, es el futuro. Y para que así sea, hay que descolonizar los estados de quienes los han usurpado: el capitalismo liberal y las oligarquías empresarial, bancaria y política que lo amparan. Hemos centrado nuestras iras sobre los gobiernos, pues son los que ejecutan, pero no olvidemos que sus recortes brutales los dictan los grandes intereses económicos de la empresa y de la banca: empobrecer y embrutecer al pueblo, el objetivo, supone llenarlo de miedos y cercenar sus capacidades para pensar y rebelarse. La oligarquía política es un estamento hermético y endogámico que protege sus propias ideas y a su propia gente y bloquea cualquier disidencia, hasta cualquier ocurrencia; la oligarquía sindical se ampara en su propia estructura y se alimenta de ella; ambas son deudoras de la banca y de la empresa, del capital y poco podemos esperar de ellos.
Recuperar el futuro supone recuperarse como pueblo, como EL PUEBLO; reconstruirse como sociedad; identificar a los enemigos: el capitalismo liberal y las oligarquías empresarial, bancaria y política que lo amparan y nos revenden a sus caprichos; reconocernos como obreros y obreras, como Clase Obrera, y recuperar la lucha de clases para volver a tomar el poder en una democracia limpia, sin títeres ni titiriteros que muevan los hilos.
Nota: He estado esta mañana en la manifestación de Calatayud. No estaré esta tarde en la de Zaragoza por aquello de no consumir el combustible del coche ni podré estar rodeando el congreso en Madrid, pero quiero gritar desde mi casa.
como siempre, GENIAL
ResponderEliminarUna de las pancartas de la manifestación de Madrid rezaba algo así como “local o extranjera la misma clase obrera”, y es que hay otra cosa que se ha ido quedando en el camino a la vez que nuestras mesas camillas y nuestros sueños: el Internacionalismo, ese concepto tan hermoso y tan grande que nos conectaba como clase trabajadora con hermanos y hermanas de cualquier parte del mundo. Millones de personas con los mismos problemas, con las mismas brechas que nos han ido impidiendo conseguir un Trabajo Decente que nos permitiera vivir con un mínimo de dignidad.
ResponderEliminarEl trabajo, los derechos, la protección social… a cuántas personas en el mundo, especialmente en los países empobrecidos –que no pobres-, ha dejado en la estacada la dichosa economía globalizada. 200 millones de personas visiblemente desempleadas en el mundo, 250 millones de niñas y niños que trabajan -explotados en su mayoría-, 5000 muertes por día ocasionadas por el trabajo, millones de personas excluidas del diálogo social….cifras que se nos han ido haciendo frías y lejanas mientras nos deshacíamos de nuestras viejas mesas camillas y de nuestros sueños.
Y es que efectivamente todos los países, desarrollados y en desarrollo, tienen sus trabajadores y trabajadoras pobres. Pero ¿nos hemos visto así alguna vez? ¿nos vemos así? como trabajadores pobres, digo, o es que acaso los pobres no son trabajadores? O lo han sido, o lo pretenden ser. Los grandes medios de comunicación de masas nunca nos han mostrado estas realidades desde ese prisma, claro, no interesa. Cómo miramos el mundo y cómo lo comprendemos es fundamental para construir cómo actuamos en él.
Ahora nos toca empobrecernos a los y las trabajadoras españolas, europeas, occidentales… y de nuevo no-toca pensar en lo que les pasa a nuestros iguales en otros lugares del planeta, bastante tenemos con lo nuestro –pensamos-. Nos volvemos a equivocar, no se trata de dar lo que nos sobra, sino de ir juntos hacia un lugar común. El dinero no es lo más importante, pensemos en las ideas, la imaginación, la fuerza, la organización, que en periodos buenos no parecen cosas necesarias, pero que en periodos malos son fundamentales.
Ya siento este pedazo de rollo que me he soltado, José Ramón, pero estoy recaliente después de estar en rodeando el congreso y ver nuestra supuesta democracia tan “tocada”. Estoy contigo que hemos de reconstruirnos como sociedad, es fundamental reconocernos como Clase Obrera, avanzar en una democracia más limpia. Y añado desde el Internacionalismo más Solidario que nunca. Nuestros grandes enemigos son los mismos, los grandes Actores de la Globalización (neoliberal y capitalista): las Instituciones Financieras Internacionales, el FMI y el Banco Mundial, la OMC, por supuesto las Transnacionales… y todos los localismos oligárquicos del mundo.
No dejes de escribir nunca. Me encanta este blog.
Tendremos que escribirlo al alimón, a mí me encantan tus comentarios.
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