lunes, 29 de octubre de 2012

Los jóvenes españoles, una generación sacrificada

Aprovecho mis deberes de francés para traducir un artículo firmado por Anne Cheyvalle en Le Figaro, periódico nada sospechoso de antisistema (advierto).

Esto es lo que realmente daña la imagen de España y es que, señores desgobernantes, hasta la prensa conservadora está preocupada por el resultado de sus desgobiernos. Todavía recuerdo a Álvarez Cascos, ministro de fomento de Aznar regodeándose del precio de la vivienda en España con el inteligente argumento de que estaba cara porque los españoles podían pagarla. Y tipos como éstos siguen en política...

Vamos con ello
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El país ha pasado la barrera de los cinco millones de parados. Lo que es peor, el 45 % de los jóvenes carecen de empleo. Una generación perdida en el espejismo de la construcción que sobrevive de empleos precarios, trabajo en negro y solidaridad familiar.

La historia de Javier e Isabel demuestra esta realidad. En los años 2000 la vida sonreía a la joven pareja, Javier ganaba más de 3000 euros al mes en la construcción, Isabel trabajaba en el Ayuntamiento; pudieron encontrar la casa de sus sueños a crédito. Más tarde la burbuja se desinfló, la crisis se llevó a decenas de empresas: perdieron su empleo, su casa. La familia, con cuatro hijos de edades entre 8 y 18 años tuvo que refugiarse en casa del padre de Isabel. Sus ingresos se limitan a 800 euros -dos subsidios de solidaridad- y en algunos meses no les quedará más que los 900 euros de pensión de jubilación del abuelo. Van viviendo de pequeños trabajos en negro. Hoy, el país cuenta con más de 1,5 millones de hogares donde todos sus miembros están en el paro.

El drama de España es el nivel de fracaso escolar muy elevado y la falta de cualificaciones, explica Juan Romero, profesor universitario de geografía urbana. La burbuja inmobiliaria ha sido un desastre, ha sacado cientos de jóvenes del sistema educativo, atraídos por salarios muy atractivos.

La precariedad es también cotidiana para Alberto, 31 años, forzado a regresar a casa de sus padres, tras haber tentado su suerte como camarero en Barcelona, o también Laia, 25 años, máster (de dos años), quien a falta de puestos en la educación, da clases particulares en negro. Eva, teniente de alcalde, se reconoce inquieta por el futuro. "La gente aquí sale adelante gracias a la familia y la economía sumergida, gracias también al dinero ahorrado durante las vacas gordas. Pero temo una explosión social cuando las ayudas se terminen, porque el empleo no está próximo a remontar".

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