domingo, 14 de octubre de 2012
Brotes verdes
Nos viven tiempos brutales, nos habitan móstruos que deciden sobre nosotros como si nuestra in-voluntad fuera de Isis y no nuestra. Yo, optimista perdido, veo brotes verdes, esa expresión dulce que inventó una tipa penosa. En Oriente le han pegado un tiro en la cabeza a una niña (aquí le diríamos niña) para que deje de pensar en libertad. En nuestro Occidente seguimos como siempre, bajo el yugo y las flechas. En el trasatalántico la desesperanza blanca gana en las encuestas a la gran in-esperanza negra y Chávez se sigue llevando de calle a una revolución tan condicionada como bolivariana y medianilla (escribo este artículo enfrente de la casa donde vivió José Martí en su estancia zaragozana y me lo obliga).
Pero sé de brotes verdes: llueve en Zaragoza, unos chavales se han rapado el pelo para apoyar a un compañero enfermo que, como Sol y mis otras tantas queridas, se lo tuvo que rapar. En Guadalajara se movilizan para mantener abierta una biblioteca y esta mañana he visto reir a carcajadas a un niño chico. Seguro que esta noche viene la vida y me besa en la boca.
Mi nanual de estilo me dice que nunca tendría que escribir esto, pero no me resisto a reproducir lo que he puesto de madrugada en facebook:
Cuando se acabe el mundo el día del fin del mundo
quedarán dos huellas, al menos,
comiéndose a besos.
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Precioso J.R., aunque a veces cueste, no dejes de ver esos brotes verdes, es la chispa de cada día, ¿qué haríamos sin ella?
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