Que nuestro sistema electoral padezca la enfermedad de la injusticia no quiere decir que sea ilegal; lamentablemente la llegada de la democracia a España vino acompañada de un virus infeccioso (la ley d'hont) que contamina a la representatividad. Por otra parte, las circunscripciones electorales que asignan un número de escaños por territorio no cuenta con un mecanismo corrector que aplique el número de votos obtenido a nivel nacional (en el caso de unas generales o regional (en el caso de unas autonómicas). Ambas realidades, legales e incluidas en un sistema electoral que es preciso cambiar para que, además de ser legal, sea justo, imposibilita el principio democrático de que todos los votos valen igual.
Tomaré, por ejemplo, las recientes elecciones gallegas, no porque en Euskalerria no haya ocurrido tres cuartos de lo mismo, sino porque se están poniendo como ejemplo interesado del respaldo popular a los recortes del gobierno central y eso no es sino demagogia perversa si atendemos a los siguientes datos:
Escaños en el parlamento gallego: 75
La lectura está clara: aplicando los parámetros extrañamente proporcionales de nuestra ley electoral, que siempre beneficia a la mayoría, resulta que AGE ha necesitado un 42 % de votos más que el PP para cada escaño (6.475 votos más). Al menos, perverso.
Si se analiza atentamente este cuadro publicado por la Vanguardia veremos que el PP, que ha obtenido la mayoría absoluta y se ha hecho con tres escaños más que en 2009 (41 por 38), ha sido castigado con 127.885 votos menos. Bonita forma de premiar un castigo.
Pero vayamos más allá, la infografía se comenta sola:
La mayoría absoluta del PP gallego se cimienta sobre el 27,5 % de los electores. Es decir, que los elegidos por poco más de la cuarta parte del electorado decidirán sobre el 100 % del pueblo cuando casi las dos terceras partes de éste no les ha votado. Veneno puro para un sistema electoral llamado democrático, es cierto, algo (mucho) falla.
Veamos ahora la distribución de la decisión de voto (o de no voto, que también es una decisión que representa hartazgo, pasotismo o aquello de que no nos representan...):
Es sencillo comprobar que el 44 % de los electores gallegos no están representados en el parlamento autonómico; se entiende que, cuando parte de esta gente salga a la calle a decir que no nos representan llevan la razón en su declaración.
Si hacemos la supuesta composición del parlamento gallego otorgando la legitimidad que tienen los votos en blanco, nulos, abstenciones... veremos que el reparto de escaños sería el siguiente:
¿Dónde está la mayoría absoluta ahora? ¿Por qué no se representa, con escaños vacíos, la voluntad ciudadana de que los haya? ¿Qué ocurriría si las listas fueran abiertas? La respuesta a cada una de estas preguntas requiere una reforma de nuestra ley electoral si no queremos que acabe sepultando nuestro sistema democrático.
Onte, tras a malleira recibida o domingo, non estaba para escribir nada, hoxe publico esta marabilla (en galego maravilla escríbese con b jeje) que lle copiei a un tipo que valoro moito, José Ramón Olalla Celma. Graciñas por dar a conocer a realidade electoral. Sempre digo o mesmo antes de unhas eleccións que vaia todo o mundo a votar e que se levanten co pe esquerdo, pero desta volta non houbo sorte!!!
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