sábado, 20 de octubre de 2012

Los macarras de la historia

No negaré la calidad literaria de Albert Sánchez Piñol, autor del éxito de ventas Victus, pero sí puedo cuestionar su rigor histórico interesado que, como tantos y tantos catalanes (políticos y eruditos vendidos a ellos y, por contagio, ciudadanos), prostituyen a la historia y la encaman con intereses nacionalistas (ya lo hizo Franco en la historia que comencé a estudiar desde pequeño en la enciclopedia y lo han seguido haciendo en algunas comunidades autónomas mal llamadas históricas ¿histriónicas? que, no contentas con su interesante pasado -que lo es-, tienen que inventarse otro).

Escuché ayer la entrevista que Gemma Nierga y José María Patiño hicieron al autor en el hoy por hoy de la Cadena Ser, que reproduzco completa por interesante:


La conversación me estaba interesando, pues el libro narra acontecimientos de la guerra de sucesión española que, a principios del siglo XVIII, impuso (a la corona de Aragón, por ejemplo) a los Borbones en el trono de España y supuso una guerra civil interior y una guerra europea en el exterior. Salvo porque Sánchez Piñol hablaba exclusivamente de la relación entre Cataluña y la monarquía sin hacer extensiva esa manera de hacer al resto de la Corona de Aragón, su intervención era irreprochable. Pero llegó el minuto 9:30 y José María Patiño hace la pregunta que transcribo, junto con la no-respuesta del novelista y antropólogo.

José María Patiño: En su novela, de todas formas, hay bastantes elementos de verosimilitud histórica, como he dicho está muy bien documentada, pero usted habla en algún momento del Reino de Cataluña, cuando, en realidad Fernando... era rey de Aragón... Entonces ahí podría... Usted cree que esto se podría... Podría ser un elemento de crítica... (Joder, comento, vaya miedo que tiene un periodista de la talla de Patiño para hacer una pregunta sencillita, hay que oírlo para entenderlo).

Albert Sánchez Piñol: No... Se... Pero... Mira... Lo que yo creo que es lo importante que se cuenta en la novela es el enfrentamiento entre dos formas aaa...antipódicas de entender el poder que eran la castellana y la catalana, eso sí que existió, esa pugna, al margen de que (pischt...) unos reinos... les fuera... (pischt...) Había (eh...) (eh...) para... Los castellanos tenían una frase que era para mí muy definitoria ¿no? es... la palabra del Rey es Ley, punto. En cambio los mismos estos políticos castellanos te decían ¡Hombre...! es que, para los catalanes el Rey solo lo es en abstracto, je, je, je, es decir... ¡nada, nada! el Rey estaba allí pero los que mandaban eran las cortes catalanas. Ese proyecto... esos dos proyectos de como entender el poder antes o después tenían que chocar dentro del, del, del ... régimen español. Bueno triunfó el proyecto castellano, pero es por eso que je, je, je...

José María Patiño: No, no, pero 

Se mezclan las dos voces y ya no se entiende nada hasta que Nierga interviene para desviar, interesadamente, el tema hacia otros derroteros.

Me permito traducir la respuesta de Sánchez Piñol a un lenguaje más inteligible: La gallina podría haber sido perfectamente la contestación.

Hay dos cosas claras: que la escuela de oratoria de Mariano Rajoy hace tanto furor en Cataluña que hasta uno de los escritores en catalán de mayor éxito (aunque Victus esté escrito en castellano) es alumno aventajado. Y que hay preguntas que o no se deben hacer o no se saben contestar siendo políticamente correcto (para los posibles compradores del libro en los condados).



El libro es bueno, muy interesadamente bien documentado, pero bueno, en parte también por eso. La no-respuesta de Sánchez Piñol no es excusa suficiente para no leerlo... Las bibliotecas públicas dan un buen servicio a quienes no quieran regalarle el sueldo al autor.

Me repatean tanto el nacionalismo español como el catalán (también el aragonés, que conste) y, aunque amo mis señas de identidad y admiro a quienes defienden las suyas, ni me gusta ponerlas por bandera de nada ni que nadie las ponga. Y, ante todo, me revienta que el personal se chingue a la veracidad histórica sea para vender más libros, robar más votos o enfrentar al personal en conflictos absurdos mientras peligra el ecosistema de la gente, la supervivencia social y económica (en Cataluña, en Aragón, en España o donde quiera que hayan parido a cualquier gobernante vendido).

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