Cada vez que María José Ferrando, la portavoz educativa del PP aragonés, abre sus fauces en las Cortes para hablar o preguntar sobre educación ejerce su desprecio sobre la profesión docente a la que ella pertenecía antes de pasarse a la cosa política.
Hoy mismo, en la comparecencia del Director General de Innovación, Toni Martínez, ha vuelto a escupir una de sus lindezas al calificar como "de risa" algunos de los proyectos de innovación que presentan los centros educativos aragoneses, así, en general, para expandir su mierda verbal a diestro y siniestro.
No contenta con cuestionar la profesionalidad del personal docente hace unos días, por lo que recibió la reprobación del sindicato CSIF, nada sospechoso de ir haciendo la revolución sindical ni ninguna otra, hoy pone en cuestión la competencia pedagógica de los equipos de centro a la hora de diseñar propuestas innovadoras.
Desconozco la capacidad innovadora de la señora Ferrando en sus tiempos de profesora de instituto, pero puedo asegurarle que ningún centro hace proyectos "de risa" porque todo lo que supone un cambio supone un esfuerzo, una reflexión sobre la práctica, una elección de alternativas y un diseño de un plan considerando todos los aspectos a desarrollar, desde el punto de partida del alumnado, los objetivos, las competencias, el proceso, el producto, la evaluacion... Y vuelta a empezar para revisar, reajustar, adaptar...
Y cada centro lo plantea desde su punto de partida. Si uno carece de tradición innovadora, dará sus primeros pasos (tal vez de risa a los ojos de Ferrando), pero fundamentales para poder dar los segundos y que, como los dubitativos pasos de los bebés que comienzan a dejar de serlo, constituyen la base de un desarrollo motriz posterior mucho más seguro. Y esos proyectos "de risa" están avalados por la comunidad educativa, esa misma a la que su partido pretende deslegitimar en el ecosistema democrático de los centros.
Nada es de risa en esta profesión, señora Ferrando, ni siquiera las propias risas del alumnado que consigue aprender divirtiéndose; todo es fruto del trabajo, de la planificación, a veces también de la improvisación con fundamentos (esa que pilla al profesorado trabajando cuando es efectiva), y de la implicación docente que hasta fue capaz de salvar con esas herramientas inmateriales la ruinosa situación en la que el gobierno de su partido PP-PAR, avalada por el ministro Wert y sus secuaces, sumió a la escuela pública de esta comunidad y que todavía estamos reconstruyendo desde los escombros.
Desconozco las razones de su visceral y documentado desprecio por sus colegas docentes. Deduzco de su licenciatura en filología hispánica que sus exabruptos no nacen de su incontinencia verbal, pues está supuestamente cualificada para el buen uso de la semåtica. Mi experiencia variada y multicentros me dice que, salvo excepciones con nombre y apellidos y en absoluto generalizables (tanto en lo que se refiere a docentes como a centros) la profesión educativa es la que le ha venido salvando los muebles al sistema educativo de este país por encima de ministros nefastos, leyes irracionales, curricula anacrónicos y atentados presupuestarios, amén de portavoces interesadas y ofensivas.
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