Hoy, los compinches de Lagarde se han descolgado con otro de sus eructos económicos: la receta para acabar con el paro juvenil es, como siempre, bajar el salario mínimo entre otras atrocidades (nunca proponen reducir el salario máximo, porque es el suyo).
Siempre que aparece esta tropa de amos de lo ajeno, me viene a la cabeza Eduardo Galeano, que, en su obra "los hijos de los días" los retrataba así:
En 1944, en el paraíso turístico de Bretton Woods, se confirmó que estaban en gestación los hermanos gemelos que la humanidad necesitaba.
Uno iba a llamarse Fondo Monetario Internacional y el otro, Banco Mundial.
Como Rómulo y Remo, los gemelos fueron amamantados por la loba, y en la ciudad de Washington, cerquita de la Casa Blanca, encontraron residencia.
Desde entonces, los dos gobiernan a los gobiernos del mundo. En países donde han sido votados por nadie, los gemelos imponen el deber de obediencia como fatalidad del destino: vigilan, amenazan, castigan, toman examen:
—¿Te has portado bien? ¿Has hecho los deberes?
¿Hasta cuando permitiremos que nos gobiernen con la economía del terror quienes no tienen ninguna legitimidad para hacerlo?
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