En los últimos tiempos, he leído en varias ocasiones a algunos políticos quejándose amargamente tras sentirse acosados en la calle por gente indignada que no puede reprimir sus protestas, su rabia o su desprecio.
Hoy la queja y, hasta si me apuran, un cierto desasosiego (
qué puede pasar cuando vaya sola por la calle y me reconozcan) se dejaba sentir en las palabras de la consejera aragonesa de educación,
víctima del hostigamiento.
No me siento cómodo escribiendo esta entrada, ni tampoco cuando alguien, sea quien sea, se siente intimidado por otros. Comprendo y comparto el estado de ánimo de la consejera, tampoco a mí me gusta sentirme intimidado y en los últimos tiempos lo estoy sintiendo demasiadas veces: me siento personalmente violentado cuando me reducen el sueldo o me quitan la paga extra o me suben el IVA sin opción al diálogo; me siento personal y socialmente agredido cuando se recortan drásticamente los presupuestos de la educación en la que llevo trabajando y algo más desde hace veintiocho años; me siento socialmente hostigado cuando recortan cualquier parcela de lo que se llamaba hace unos meses sociedad del bienestar, una manera de vivir que nos hemos ganado generación tras generación; me siento social y personalmente agredido cuando el capricho de cualquier delegado del gobierno ordena cargar a la policía contra mí o contra mis iguales tan poco violentos como yo; me siento democráticamente violado cuando se abusa del poder y se anteponen los intereses económicos del capital al bienestar de los ciudadanos; me siento constitucionalmente golpeado cuando lo anterior se convierte en norma constitucional con el consenso de la mayoría política.
No me gusta ejercer, ni que ejerzan conmigo ni con nadie, la violencia. Pero si
violencia es la acción o efecto de violentar, habrá que asumir que existe no solo una violencia física sino muchos otros tipos: verbal, psicológica, política o económica... Y yo, y mucha gente que conozco (de la calle, del campo, de la mina...) nos sentimos política y económicamente violentados sin necesidad de salir a la calle ni de que nos reconozcan.
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