Es costumbre que las autoridades del Estado se retraten para formar parte de la galería; lo hacen los reyes, los presidentes del gobierno (69.000 € el de Felipe González) y los presidentes autonómicos (80.000 € el de Ruiz Gallardón) y los alcaldes de ciudades y pueblos (10.000 € el de Churriana de la Vega -en la imagen con una agente municipal-) y los presidentes de las diputaciones (81.200 € el de Luis Navarrete de Sevilla) y los ministros (80.000 € el de Rato cuando dejó economía)... todos ellos con cargo al erario público, que no van a pagar sus delirios de grandeza de su propio bolsillo, faltaría más. Es decir, que aguantar a Aznar o a Zetapé, por poner dos ejemplos, durante ocho largos años no es suficiente; cuando, ¡por fin!, conseguimos darles puerta, tenemos que abonar un retrato suyo a escote impositivo para que desde los muros de la correspondiente e ilustre galería nos recuerden que nos jodieron la vida una, dos o tres legislaturas. ¡Manda güevos!
A propósito de la también ilustre frase anterior (probablemente el enunciado más inteligente que se le recuerda al expresidente de las Cortes, Federico Trillo) también el excelentísimo personal que ostenta el cargo de tercera autoridad del Estado se hace retratos cuando la ruleta de las urnas los manda al paro con su correspondiente subsidio que para si quisiera la sufrida ciudadanía. Y es que el congreso de los diputados (alguna vez ha parecido el congreso de los imputados) tiene su propia galería de presidentes donde van a parar los cesantes para que la Historia los recuerde aunque diez años más tarde no los reconozca ni la madre que los parió.
Traigo esto a colación porque en época de recortes me parece pornográfico que el congreso haya encargado a Bernardo Torrens un retrato del anterior presidente, un tal Bono (del que, a diferencia de Trillo, no se recuerda frase inteligente alguna), que va a costar la módica suma de 86.200 euros. Para Manuel Marín, el anterior jefe de la cosa (cada vez mas suya -de ellos- y nostra que nuestra), prudente él, el congreso gastó (nos gastó) solo 24.000 euros en una foto de Cristina García Rodero en vez de ir al fotomatón de la esquina, como el vulgo. Claro que Bono le dio un toque para que invirtiese alguna perra más en un cuadro comme il faut.
Las veleidades pictóricas de los próceres no son solo socialistas, todos han tenido su cuadro: Trillo, Rudi... Me encanta la crónica que el gabinete de prensa de las Cortes hace del acto en el que se presentó el retrato de Luisa Fernanda que aparece sentada a un lado del cuadro y junto a ella yace un ejemplar de la Constitución Española de 1978. Y es que la Constitución, como el Cristo, yace hace muchos años.
Yo me apunto a la propuesta del Gran Wyoming: que el cuadro del actual capo de los diputados lo pinte Miquel Barceló, como en sus retratos no se reconoce al retratado, así valdrá para sucesivas legislaturas: apoyamos el arte moderno y nos ahorramos unas pelas a futuro. Total, seguro que Bono sale más favorecido ¿o es que el precio del cuadro es proporcional a los esfuerzos que tiene que hacer el pintor para sacar presentable al individuo?
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