Nunca he sabido si la insistencia en añadir el apelativo real al nombre familia venía por lo monárquico de la cosa o para subrayar el carácter real de un invento que, cada vez, se me antoja más surrealista.
Uno, que es de nacimiento republicano, se imagina una república que tenga como presidente a Aznar y como primer ministro a Rajoy, ficción absolutamente probable hoy en día, y se atraganta en su repubicanismo. ¿Serían capaces ambos de pegarse un tiro en el pie o romperse la cadera al ir a mear de madrugada tras una cacería de elefantes, por el bien del País, desde luego?
Por eso envío este telegrama de agradecimiento a la Real Casa mientras escucho a Carlos Santana en la radio:
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