viernes, 8 de noviembre de 2019

Y los de mi pueblo...

Lo reconozco, soy y seré siempre un pueblerino. Esta noche he ido al cine: me apetecía ver "mientras dure la guerra", la peli de Amenábar que me ha parecido magnífica. El guión, la interpretación de Karra Elejalde como Unamuno o como le de la gana, que para eso es de Bilbao o de cerca; Eduard Fernández haciendo del legionario Millán Astray, tan peligroso él que en A Coruña atan la mano única de la estatua del general que vestía de coronel, no sea que desenfunde el revólver que lleva al cinto; Santi Prego de un Franco tan falso como cierto, clavado; Patricia López, todo un gran descubrimiento en el papel de la hija de don Miguel, lo mismo que Mireia Rey en el complicadísimo papel de Carmen Polo o Tito Valverde en un inigualable General Cabanillas (qué gilipollas, el general, no Tito). La peli es necesaria porque, independientemente de licencias históricas, que las tiene (al fin y al cabo es ficción), cuenta los vaivenes morales de un intelectual, las cobardías del dictador que alargó la guerra innecesariamente para matar al enemigo y a los suyos, la estupidez del legionario hoy reflejada en Vox, el asesinato indiscriminado...
Pero mi rollo no iba por ahí.


Al lado de mi alojamiento había dos cines que ponían la peli, uno a las 20:10 y otro a las 22:00. He elegido el tempranero, un Yelmo de luxe o algo parecido y me he quedado a cuadros: resulta que el cine o lo que sea, tenía butacas abatibles, con botón para sacar el reposapiés y quedar tumbado, lamparita para cada dos, USB y bandeja retráctil. En el reposabrazos un timbre para llamar a alguna de la media docena de camareras que se movían por la sala trasegando menús de pareja con postre, platos de ibérico, pizza, hamburguesas diversas incluso veganas, palomitas y todo tipo de bebidas, cócteles, cervezas y sangría para turistas. La pareja de al lado ha pedido plato de ibéricos para picar, menú de pareja con primero y segundo, una botella de Rioja y tocino de cielo de postre, amén de una marmita de palomitas para ir tirando que, con todo lo demás y gracias a Dios que siempre sea loado se han ido a masticar a la fila anterior que estaba libre y como de aquí a Pernambuco de distancia.

Yo, como sólo he ido a ver la peli por el módico precio de 14 y pico la butaca abatible, me he sentido por primera vez en mi vida, que nunca me he identificado con el actor, como Paco Martínez Soria en "la ciudad no es para mí", con ganas de preguntar al camarero que me miraba mal cada vez que pasaba por delante y no le pedía una comanda aunque sólo fuera de palomitas, de preguntarle, digo, boina en ristre aquello de "oiga, señor guardia ¿Y los de mi pueblo cuándo pasan?"


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