A Javier y a mí siempre nos unieron ideas y militancias. Lo conocí allá por el 86, no recuerdo si en asuntos políticos, pues ambos éramos militantes ocupados y preocupados en cajón de sastre que era y es la izquierda, o en asuntos sindicales porque pese a nuestra afiliación (entonces) a sindicatos distintos, las ocupaciones y las preocupaciones eran las mismas.
Algo de flechazo hubo y, aunque a lo largo de los años no nos hemos visto mucho, siempre mantuvimos una línea de comunicación y cuando en CGT surgía algún problema en educación de personas adultas, siempre me llamabas para pedirme, no sé si consejo o asesoría. Recuerdo, en aquellos casos, que nuestras conversaciones acababan siempre igual: A ver, Javier, no te voy a decir que tus afiliados se cambien a mi sindicato, pero igual tendríais que abonar una cuota colectiva por las consultas... Y tú no hacías caso, y mientras te reías, acertabas cuando me advertías que yo terminaría en CGT. Y nos reíamos los dos
Te vi hace escasas tres semanas, comprometido, como siempre. Viniste a pasar la tarde a Calatayud donde estuvimos cuatro horas dándole vueltas a la página web de CGT Teruel y, cuando se te hizo tarde porque volvías a Zaragoza en el Avant de las ocho, nos comprometimos para seguir otro día que ya no será posible. Me parece mentira, Javier, que la última vez que hayamos hablado sea, será ya para siempre el 27 de octubre. Aunque te lo dije con otras palabras que, a lo peor no fueron tan concretas:
Mi respeto, compañero. Y, desde hoy, también mi recuerdo.
Te dejo con dos canciones, aparte de otras muchas, en éstas nos hemos encontrado:
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