Este fin de semana se han publicado los últimos sondeos electorales para las elecciones autonómicas y presuntamente plebiscitarias catalanas (aunque Andorra seguirá en ello todos los días, probablemente para favorecer a sus depositarios convergentes y de otros pelajes).
Salvo en los casos de encuestas interesadas (que las hay, y son la mayoría) y aún en muchos de esos, el titular generalizado ha sido poderosamente llamativo: los independentistas ganarán en escaños (juntos por el sí + CUP), pero no en votos.
También llaman poderosamente la atención las reacciones mediáticas, que han corrido a entrevistar a los líderes de la CUP para ver si van a cumplir aquello de que considerarán que el pueblo catalán está a favor de la independencia sólo si los independentistas ganan en votos y no sólo en escaños. Pero no han hecho caso al sinsentido de que unas elecciones puedan ganarse en escaños pero no en votos.
Y es que en este sistema electoral perverso y perversor, que ha pervertido la raíz de la democracia, vale más un voto emitido por un ciudadano censado en Gerona o en Lérida que el depositado por otro de Barcelona, lo mismo que vale más el voto de un turolense que el de un zaragozano en las autonómicas aragonesas.
El precepto, aun siendo obvio, no se contempla en el sistema electoral con el que nos han dotado y que asumimos como las ovejas que quieren que seamos. El principio democrático es simple: una persona, un voto, sin más. El sistema dice que sí, que vale, pero que hay que compensar los desequilibrios territoriales para proporcionar la representación (en vez de compensar los desequilibrios territoriales con medidas que los palíen). El sistema dice que el reparto de los escaños no es una proporción pura con los votos obtenidos, sino que es necesario aplicar la regla d'Hont para beneficiar a los partidos mayoritarios, no vaya a ser que los parlamentos se conviertan en jaulas de grillos. El sistema dice que es necesario superar el 3% de los votos válidos para poder entrar al parlamento, con el fin de eliminar la excesiva fragmentación parlamentaria y, como no, volver a beneficiar a los partidos mayoritarios.
Así pues en las elecciones catalanas se mezclan todas las falacias electorales posibles, porque a nuestra democracia pervertida por un sistema abusador, se suman otras que no lo son menos, a saber:
Va a ganar en escaños una coalición imposible: la burguesía tradicional catalana (representante de la banca, la empresa familiar y el comercio -los explotadores-), que ha campado a sus anchas en un entramado de mordidas, corrupciones, dádivas y enchufismos, coaligados con una más que cuestionable esquerra republicana que pone por delante del internacionalismo, el federalismo y la solidaridad social que siempre ha definido a la izquierda, los intereses rancios, reaccionarios y burgueses que son característica común a todos los nacionalismos (incluido el español, ojo).
Son unas elecciones para elegir al parlamento catalán y al gobierno que gestionará servicios como la sanidad, la educación, los servicios sociales, el desarrollo industrial... Pero nadie habla de eso en la campaña, sólo se habla de la independencia como si en ella y no en la forma de gobernarla residiera la esencia de la felicidad política y gubernativa.
El candidato de juntos por el sí se esconde tras tres nombres (1) en la lista electoral y ha pactado, con esquerra, además de su presidencia, el reparto del 60% de los cargos de gobierno para convergencia y el 40% restante para los republicanos, una componenda más de la que poco o nada se ha informado a la ciudadanía.
La movida la han montado Mas y sus secuaces para salvar su propio culo convergente y maloliente y, si ganan, seguir en lo que han estado hasta ahora: preparar una república catalana donde una sanidad privatizada beneficie a las empresas sanitarias de sus promotores convergentes y asociados, donde una educación privatizada beneficie a las empresas de sus adalides convergentes, donde la justicia se olvide de sus pecadillos convergentes y hasta donde los mosos sigan escoltando la evasión de sus capitales hasta Andorra.
La movida la ha montado Rajoy con su sordera fingida respecto a la cosa catalana y su incapacidad manifiesta para abordarla, porque no hay dos personas que se necesiten más para seguir sobreviviendo que Rajoy y Mas (y todos los acólitos de ambos). Cada uno se alimenta y crece con las miserias del otro.
Yo también quiero una Cataluña independiente y una España independiente y una Europa y un Mundo independientes. Independientes de toda la gentuza que juega con la gente y su futuro.
(1) Un fugado de Iniciativa por Cataluña-Verdes (ICV), Raül Romeva (otro que antepone a su anterior izquierdismo el independentismo); Carme Forcadell, que pasa por ser parte de la sociedad civil por ser ex-presidenta de Asamblea Nacional Catalana pero que, en realidad, es militante de esquerra y ha formado parte de su ejecutiva, ha sido concejal por ese partido en Sabadell hasta que, yendo la segunda en la lista ni siquiera fue capaz de revalidad su concejalía; la tercera manta de Mas es Muriel Casals, otra huida de ICV.
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