jueves, 23 de junio de 2022

Fábula del tonto útil que se sentó sobre su botijo

Érase que se era un gran señor que quería invitar a un poderoso barón a una gran comilona, pero como, si lo veían festejar a solas con el barón, iba a suscitar críticas y desconfianzas de otros barones y señores, decidió invitar a la comida a un segundo barón vecino, representante de un criticado territorio que siempre se sentaba sobre su botijo, para así cubrir las apariencias. El segundo barón, desconfiado, pidió opinión a su señor jerárquico que lo animó a acudir al convite porque, según le aseguró, no solo iba a disfrutar y beneficiarse del ágape sino que iba a estar en plano de igualdad con esos dos notables.


Llegado el día, se juntaron a la mesa para degustar un banquete pantagruélico: una sopa de nabos y caviar iraní de entrante, una rica mariscada para continuar y, por fin, un plato principal a base de un apetitoso faisán trufado acompañado de patatas como guarnición. 
El gran señor dispuso la forma de degustar los manjares, de forma que ambos invitados tuvieran la misma participación en el ágape y así obró:
- Yo, como gran señor que soy, degustaré de todos y cada uno de los platos, de forma que comprobéis mi buena voluntad de anfitrión. 
De los entrantes, el barón primero dará cuenta del caviar iraní, que es aperitivo bien pequeño y para el barón segundo reservo la nutritiva y abundante sopa de nabos.
La mariscada la compartiremos el barón primero y yo, reservando para el barón segundo el chupeteo de las cabezas del marisco que, como todo el mundo sabe, es lo más sabroso del animal.
El faisán lo repartiremos de la misma manera pues bien sabido es que el territorio del barón segundo es rico en trufas, él puede degustarlas cuando quiera y las patatas de la guarnición que le corresponden son un manjar que ha servido de ornato a tumbas de reyes y grandes hombres. 
Las bebidas serán de ambas baronías, y aunque yo libe de todas, el barón segundo probará las ricas aguas medicinales que aporta el barón primero, mientras que este catará los caldos de garnacha que traiga el segundo.
Los dulces de monasterio acompañarán a licores y cafés, infusión de espliego para el barón segundo, que ha estado malo.

Finalizado el banquete, los tres comensales acudieron a sus cortes a contar la experiencia culinaria. El gran señor y barón primero loaron las delicias consumidas, mientras que el desagradecido barón segundo, quejose de haber sido plato se segunda mesa. El revuelo fue enorme: ¡mentirososooooo! decían al unísono el gran  señor y el barón primero, si había caviar y faisán y marisco, vinos, cafés y licores. ¡Mentirosoooo!. Hasta algunos barones del sureste recordaron que éstos siempre acaban sentados sobre su botijo. Mesnaderos, bufones, cronistas, saltimbanquis y otras personas de fama, opinaron del banquete: pues si había caviar, decían unos; pues si había faisán, aseveraban otros, y hasta marisco, concluían los más...



El caso es que el barón primero y el barón segundo nunca volverían a cenar junto al gran señor, y el barón segundo no sólo se sentó sobre su botijo sino que aludió a no sé qué peregrinas razones para reafirmar su descontento, pero el gran señor ya estaba preparando otro opíparo banquete con una baronesa del centro del reino para poco tiempo después. 

jueves, 12 de agosto de 2021

Enseñar a la voz de ¡ar!

Como si respondieran a la militar voz de ¡ar!, la brigada editorialista de la prensa amarilla ha empezado a cargar contra el currículo que pretende la LOMLOE. La unanimidad manifiesta de los libelistas que escriben la doctrina de Casado y Abascal, ataca la nueva Ley educativa porque, a su juicio, pretende adoctrinar a la ciudadanía futura.

Llevo en la escuela desde pequeñico, primero como alumno y, más tarde, como maestro y, si tomamos adoctrinar en su sentido peyorativo, solamente me he sentido adoctrinado en tres momentos: por el sistema educativo franquista, los tres años y unos meses que pasé en esa época en colegios religiosos, y durante mis prácticas de magisterio, ya en plena democracia el año del 23 F, donde un director procedente del régimen pretendía imponer rezos y sentencias poco presentables democráticamente hablando. Y en esos tres momentos me rebelé en cuanto pude (les confieso que si la educación española se sostiene, lo ha sido por el sentido común que han aplicado sus profesionales a las leyes que por las leyes en sí).



Los ataques de los ideólogos del no al futuro cargan contra la base de la democracia: la propia ciudadanía, el pueblo, y comprometen el futuro porque la educación es, precisamente el futuro y arremeten contra el porvenir sin razón, y me explico:

  1. La LOMLOE deroga a la ley Wert, la ley educativa más nefasta que he conocido desde el advenimiento de la democracia. Aunque solo sea por eso, es bienvenida.
  2. La crítica curricular articulada desde la posición política de los editorialistas no tiene en cuenta lo que la inmensa mayoría de los docentes sabemos: el currículo actual es un mastodonte infumable.
  3. Europa apuesta por la evaluación por competencias, mientras que los críticos apuestan por la evaluación por contenidos, una evaluación bulímica que obliga a tragar contenidos, examinarse de ellos, y vomitarlos para memorizar otros contenidos para volver a deglutirlos.
  4. Dicen que la escuela enseña, la familia educa. Vamos, que lo de la escuela es la raíz cuadrada, que cualquiera de ustedes habrá utilizado esta misma tarde, pero que lo del respeto al semejante o al diferente es cosa de casa. Expongo un caso: el sistema educativo español ha sido ejemplar, con toda la primaria y buena parte de la secundaria presencial en las aulas, en el control de la COVID19 dentro del entorno escolar. Ahí han construido comunidad protectora el alumnado, el profesorado, las familias, la administración... Se acabó el curso, se deshizo la comunidad protectora y no hará falta que recuerde lo que ocurrió.
  5. Considerando lo anterior, los valores son elemento indispensable de la escuela. Si están en casa, hay que desarrollarlos en la escuela como unidad de convivencia y si no están en casa (y lamentablemente no lo están en muchas casas) con más razón tienen que estar en la escuela (parafraseando a Myriam Nemirovsky).
  6. No nos pueden vender motos. La ONU, Europa, todos, estamos (o deberíamos estar), con los Objetivos de desarrollo sostenible, y la escuela juega un papel fundamental para que puedan conseguirse en ese objetivo 2030. Enumero:
    1. Erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
    2. Poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible.
    3. Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos y todas en todas las edades.
    4. Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos.
    5. Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas.
    6. Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos.
    7. Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos.
    8. Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos.
    9. Desarrollar infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación.
    10. Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos.
    11. Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
    12. Garantizar las pautas de consumo y de producción sostenibles.
    13. Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
    14. Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, mares y recursos marinos para lograr el desarrollo sostenible.
    15. Proteger, restaurar y promover la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación y detener y revertir la degradación de la tierra, y frenar la pérdida de diversidad biológica.
    16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.
    17. Fortalecer los medios de ejecución y reavivar la alianza mundial para el desarrollo sostenible.
  7. Pues eso es la educación en valores, la educación para la ciudadanía o como quieran llamarle.
  8. Por otra parte, tildar de adoctrinamiento que la futura ciudadanía española sea democrática,  igualitaria, justa, solidaria y libre (en el sentido filosófico, no en el de la cañita de cerveza) es pretender volver al pasado, a su pasado: dictatorial, desigual, injusto, insolidario y esclavo. Un pasado que ya se encargan de blanquear en cuando tienen ocasión.
  9. A lo largo de mi vida he conocido a muchos docentes, la inmensa mayoría gente responsable, comprometida con su oficio y con una gran capacidad de preparar para la vida (también condicionados por el currículo, la opinión y las presiones externas), profesionales que no permitirían que aquel director de mis prácticas lanzara soflama alguna contraria al desarrollo personal en democracia.
Por favor, no me toquen el sistema educativo, que bastante complicado tendremos el inicio de curso con la continuidad de la pandemia.

miércoles, 23 de junio de 2021

Ciudadanía okupada

Me siento expropiado de mi condición de ciudadano y pido el amparo a quien corresponda para que me la devuelvan. 

En la vorágine de ruido y más ruido generado en torno a los indultos a los presos tras el procés, los contrarios a la medida de gracia se han convertido en okupas del concepto de español o española y su cruzada demagógica se ha apropiado de mi yo español, de mi yo aragonés e, incluso de mi yo bilbilitano.


Resulta que convocan una, al parecer, minifestación en la madrileña plaza de Colón en la que, a decir de los convocantes están los españoles de bien. Entonces yo, que ni estaba en la convocatoria ni me siento concernido por su objetivo ¿qué soy?, según su ultranacionalismo excluyente o no soy español o soy español de mal. Por no pensar como ellos, o me acaban de cancelar el DNI o dudan de la bonhomía a la que moralmente aspiro.

Los mismos, se van hoy al Congreso de los Diputados a reiterarle a mi yo ciudadano la misma idea: oiga usted, señor yo ciudadano de José Ramón Olalla, le comunicamos que ha sido desposeído de su condición de ciudadano español porque el sentir de los ciudadanos españoles lo representamos nosotros, la derecha ultamontana llámese como se llame, y usted no opina como nosotros.

No contentos con eso, se vienen a Aragón y como si no tuviéramos otros problemas aragoneses de los que ocuparnos, me dicen que no soy aragonés, porque los aragoneses (no el PP aragonés, el ciudadanos aragonés, el PAR aragonés o el VOX aragonés -si es que esa alucinación puede existir siquiera en el imaginario que produce monstruos-) estamos contra los indultos. Y mi yo ciudadano, que es aragonés, me dice que los demagogos de lo suyo y usurpadores de lo ajeno, me han birlado mi condición regional porque mi opción no es la suya.

Ayer mismo, un concejal bilbilitano, justificaba la moción aprobada por los mismos partidos en el Ayuntamiento de Calatayud en contra de los indultos, diciendo que la ciudadanía bilbilitana está en esa oposición y afirma que lo sabe de buena tinta porque ha hablado con ella. Me pregunto dónde estaría yo ese día, porque a mí no me ha consultado. O a lo peor es que perdí mi condición de bilbilitano desde que uno de sus ilustres predecesores se permitió dudar de mi capacidad de opinar y participar porque no llevo "sangre bilbilitana en las venas" y alguno de sus déspotas seguidores se dedicó a enviarme amenazas que no solo incluían mi integridad sino la de mi familia.

Mala manera, la exclusión, de gobernar o de aspirar a hacerlo.

Para que conste: soy español, aragonés y bilbilitano con sangre (villafranquera en las venas, aclaro), estoy a favor de los indultos y creo que otra España y otro mundo son posibles si dialogamos. Al fin y al cabo, la mayoría de las banderas las fabrican en China.

domingo, 3 de enero de 2021

Resiliencia para un futuro incierto que solo podrá construirse con su cimiento.

 


La FUNDEU ha elegido confinamieto como palabra del año 2020 entre una selección de una docena de palabras finalistas, a saber:

  • coronavirus
  • infodemia
  • resiliencia
  • COVID-19
  • teletrabajo
  • conspiranoia
  • (un) tiktok
  • estatuafobia
  • pandemia
  • sanitarios
  • vacuna
Es un hecho que es la palabra que ha definido parte de nuestra vida en 2020 y que, con mayor o menor grado y voluntarismo responsable, seguirá lamentablemente presente en buena parte del recién estrenado 2021. Sin embargo, no es la palabra que yo hubiera elegido de entre las propuestas porque no me aporta nada más que hechos consumados que ni podrán revertirse ni proporcionan más aprendizaje que el vivenciado personalmente ni más emoción que las negativas: miedo, ansiedad, confusión, disgusto, dolor, enfado, horror, tristeza...

Casi por las mismas razones, además de resultar dos trágicas obviedades descartaría coronavirus y COVID-19, aunque entre ambas maneras de llamar a este horror que estamos viviendo sumen más de ocho mil millones de entradas en Google.

También desecharía (un) tiktok por intrascendente, que no están los tiempos para fenómenos sociales frívolos, aunque reconozco que habrá quien se haya marcado un suelto viral en esa red para superar las penurias de las tres anteriores.

La estatuafobia, que se extendió durante las protestas contra la discriminación racial, no me parece suficientemente significativa y, en muchas ocasiones, ha sido propagada y perpetrada por gentes ignorantes que han aprovechado la reivindicación justa para manifestar, además de su incultura, el odio que decían combatir.

Descartadas las que en ningún caso hubiese votado en el inverosímil supuesto de pertenecer al selecto grupo de votantes, voy con las que sí forman parte de mis favoritas.

Pandemia (un voto), aunque solo sea por habernos enseñado etimología, aprender que el prefijo pan- nos lleva al concepto de totalidad y el sufijo -demia al de enfermedad. Con esos condimentos me permito componer el palabro panesociodemia, que habla de lo que pudimos hacer y no hicimos para salir mejor librados de esto.

Infodemia (dos votos) como fenómeno no solo preocupante sino capaz de transformar el mundo, por exceso, por defecto, por credulidad, por incredulidad y por cientos de miles de malas fe interesadas. La infomaciín es poder, la desinformación, también. Basta poner a un malvado listo al frente de miles de crédulos desinformados y tendremos miles de malvados ciegos.

Conspiranoia (tres votos) como aberración de la infodemia. Las teorías conspiranóicas van desde el chip de la vacuna, defendido por Miguel Bosé o el dueño de la Universidad Católica de Murcia y se extienden hasta el negacionismo nazi, el terraplanismo o el creacionismo frente al evolucionismo. Cada uno tenemos la nuestra, nos aferramos a nuestros bulos (que en español se dice bulo y no fake) más por interés que por conciencia, pese a que nuestra conciencia acabe maniatada al interés.

Teletrabajo (cuatro votos), que ha sido el gran descubrimiento tanto de los que sabíamos que era posible como de los que lo ignoraban y hasta de quienes lo denostaban. Teletrabajar es un presente real y un futuro cierto en el que tendremos que inmergirnos, y será para bien, pese a la presencialidad deseable, pero no siempre posible.

Sanitarios y sanitarias (cinco votos, o hasta diez millones), esa gente que nos importa una mierda hasta el momento en el que les encomendamos nuestra vida, imposible, a veces. Tengo familia, amistades y conocidos en el ramo que han hecho lo imposible por salvar la estupidez. Sanitarias, sanitarios, sanidad deberían ser las palabras el siglo, no del año, pese a que haya quien se empeñara en ningunearlas y sigan en el empeño.

Vacuna, (seis votos) mi sueño es que sea la palabra elegida en 2021

Resiliencia (todos los votos) es una palabra que ni los presidentes del gobierno saben pronunciar, pero es la que nos queda: resistir a la adversidad. Es tan raro que si bien la RAE admite la cualidad, no acepta la acción. Y resilir es tan importante que tendría que estar en todos los manuales escolares, junto a palabras tan felices como felicidad, tan justas como justicia y tan alegres como alegría. Resiliencia para un futuro incierto que solo podrá construirse con su cimiento.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Ruido de sables en el día de la Constitución

Éramos pocos y parió la abuela (el abuelo cebolleta, en este caso, en forma de militares retirados); no tenemos bastante con la pandemia que entre unos y otros estamos convirtiendo la cosa pública en un pademonium.

Un grupo de Whatsapp de militares salvapatrias retirados hablan de pronunciamiento y se proponen fusilar a veintiséis millones de españoles (entre los que me siento incluido) que son -somos- unos hijos de puta porque no piensan -pensamos- como ellos, a la vez que mandan una carta al rey para comunicarle su descontento. Y dicen que ya van por 400, y subiendo.

Hoy celebramos el día de la Constitución (a la que, por cierto, los guasaperos del grupo juraron defender) que consagra la Democracia en España. Una de las cosas buenas de la Democracia es la garantía de la libertad de opinión y pensamiento. Otra de sus bondades es que no ampara la libertad de fusilamiento. Miren usías, vuecencias y mandos de variados tratamientos: uno puede estar más o menos conforme con el gobierno de turno democráticamente elegido (yo no lo estuve con los gobiernos de Aznar o Rajoy y les participo que al actual lo aguanto más que por convencimiento, por oposición a algaradas como las protagonizadas por su tropa y tropas afines a la suya tipo vox o los fruncimientos de ceño de Casado cuando miente) y es libre de criticar y manifestarse contra ese gobierno al que no traga. Pero lo malo (lo bueno, en realidad) es que a ese gobierno y a sus apoyos lo han puesto ahí las urnas, y por ende, la Democracia y la Constitución y nadie, ni usías-vuecencias-y-mandos-varios ni yo ni vox ni Abascal ni su caballo ni el PP de Casado, tenemos el derecho de dudar de su legitimidad porque, afortunadamente, las urnas y sus resultados están por encima de las opiniones personales. Y esa es la palabra clave: L-E-G-I-T-I-M-I-D-A-D.

Existe en España una cierta tradición de militares perjuros que traicionan sus votos de lealtad, su admirado dictador Franco sin ir más lejos. Entre las loables virtudes de las que los militares hacen gala (y que muchos demuestran en misiones arriesgadas), además del honor está el valor, pero es que a estas cosas, además de proclamarlas hay que ponerles hechos y cuando alguno de los insensatos chateadores se ha manifestado en los medios diciendo que bueno, que eran conversaciones de casino propias de abueletes (armados, eso sí), no han demostrado valor precisamente (les dejo que pongan la palabra, que es una que les mola mucho aplicar a los demás).

Para acabarla de joder, va Martínez Almeida, en su oficio de portavoz popular, y dice que a los españoles nos preocupan más los presupuestos pactados con separatistas que el chat de los golpistas. Igual no soy español, al menos tan español como Almeida, pero a mí no me preocupa en absoluto que los presupuestos vayan a salir adelante con apoyos de once partidos, entre ellos algunos tan poco sospechosos de sediciosos como Nueva Canarias, Teruel Existe o el Partido Regionalista de Cantabria (ojo, once partidos son diez más que los que apoyaron los presupuestos de Montoro desde 2018 hasta la fecha y que han impedido tantas iniciativas municipales, autonómicas y sociales), y sí me preocupa mucho el ruido de sables, porque lo primero está amparado por la legitimidad democrática y lo segundo es la imposición de la fuerza sobre esa legitimidad. No sé qué ha podido pasar, igual no estaba en casa el día que este muchacho me llamó para preguntarme sobre el particular o, a lo peor es que Almeida no ha escuchado nunca a Harry el sucio decir aquello de que “Las opiniones son como el agujero del culo, todos tenemos una y pensamos que el de los demás apesta.” como apesta el chat de los militares redentores a base de tiros de gracia.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Que me voy a otro sitio

 El señor Facebook dice que las entradas de este blog van contra no sé qué principios de su red, para que no me bloquee hasta la próxima, he cambiado la dirección de mi blog.


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sábado, 17 de octubre de 2020

Vaciada, vacía, despoblada, deprimida u orgullosa

A veces, las palabras son como las banderas, y la semántica se utiliza como apoyo la discrepancia cuando ni siquiera existe conflicto ni en el objetivo ni siquiera en el concepto mismo.

El quince y el dieciséis de octubre se ha celebrado en Daroca y Paracuellos de Jiloca el foro «Aragón, por la España vaciada» y ese concepto (vaciada) ha sido objeto, si no esencial sí recurrente, de no pocas intervenciones.


Y es que, para bautizar al fenómeno de la despoblación se han utilizado vocablos como vaciada, vacía, despoblada, deprimida (demográficamente) e, incluso, se utiliza la feliz idea de orgullo rural para poner en positivo el problema del éxodo rural.

Dedicar parte del debate a la semántica no deja de ser una artimaña para ocupar el discurso en lo accesorio en vez de centrarlo en lo esencial, y lo esencial puede verse en la infografía que la SER utilizó para publicitar el encuentro: ¡Construyamos un futuro rural! y son esas dos palabras: construir, por lo que tiene de esfuerzo colectivo y solidario, y futuro por lo que tiene de compromiso y esperanza, lo que debería (y espero que así fuera) unir a los discrepantes allí presentes.

España vaciada

Lo que está claro es que ninguno de los términos refleja por completo la realidad, aunque vaciada parece ser el que concita más filias y fobias. La crítica al atributo se fundamenta en la inexistencia de una "mano negra" (expresión que se repitió como si fuera una consigna por algunos intervinientes en el foro) dedicada a vaciar al medio rural. 

Manos negras no las habrá habido, pero políticas coadyuvantes, sí. Los planes de desarrollo (1964-1975) se articularon fundamentalmente alrededor de ciudades como Sevilla, La Coruña, Vigo (Citröen), Valladolid (FASA-Renault), la petroquímica de Huelva o Zaragoza y fruto de aquellos polos surgieron concentraciones industriales como las de Malpica o el corredor del Ebro, por citar los más próximos, cuyo efecto llamada sustituyó a las, hasta entonces tradicionales, Madrid, Bilbao o Barcelona, como ciudades destino de la emigración rural.

Los planes de regadíos, que pretendían beneficiar a la productividad agraria concentraron y reconvirtieron la fisionomía de algunos territorios, como ocurrió con el plan Badajoz (1952-1975), que duplicó la población de la comarca de las Vegas Altas del Guadiana despoblando otras áreas deprimidas. O, a otra escala, como sucedió con la construcción de pantanos que obligó a la emigración desde las zonas inundadas (el entorno del pantano de la Tranquera, por citar otro caso cercano), hacia las ciudades o hacia pueblos de colonización (no pocos habitantes de las vegas del Piedra y del Mesa se trasladaron con sus familias a los pueblos de colonización habilitados en las Cinco Villas).

En estos casos de éxodo más o menos voluntario emigra la gente joven a la búsqueda de mejores expectativas laborales y económicas, y en su maleta se llevan su potencial de fecundidad tanto demográfica (de forma que la capacidad de tener hijos y rejuvenecer la pirámide de edades se muda a las ciudades), como emprendedora y de cambio social o de pensamiento que se le supone a la juventud, dejando en el pueblo mentalidades más conservadoras y conformistas.

Si nos remontamos un poco más allá en el tiempo, el decreto de expulsión de los moriscos, constituyó un varapalo para la agricultura de regadío de las huertas aragonesas, valencianas o murcianas que perdieron la tercera parte de una población que no solo era experta en la hortofruticultura sino cuyo índice de fecundidad era muy alto. No fue una mano negra sino un decreto real de 1609 promulgado por Felipe III.

Si nos acercamos al último cuarto del siglo pasado, por poner otro ejemplo cercano, los cierres de los ejes ferroviarios Valladolid-Ariza, Caminreal-Calatayud o Calatayud-Soria (1985) fueron decisión del entonces ministro de transportes, Enrique Barón, que clausuró todas las líneas deficitarias de España que vertebraban territorios rurales y los comunicaban con sus capitales de provincia o de comarca potenciando sus áreas de influencia económica. Una sangría ferroviaria que ha mantenido los criterios económicos sobre el servicio público y que sigue produciéndose con la merma de servicios en una red de cercanías muy deficiente fuera de las grandes capitales.

Son solo unos ejemplos, amén de otras políticas y decisiones agrícolas, económicas o sociales que ya sean europeas, nacionales o regionales y hasta locales que han contribuido a la despoblación y que van desde la PAC por la que «entre derechos históricos y agricultores de sofá, dos de cada tres perceptores lo hacen sin trabajar la tierra», hasta el papel mojado en el que han quedado todos los planes para dotar de autopistas de la información a la zona rural por el escaso compromiso de las operadoras, pasando por el goteo de cierres de oficinas bancarias rurales o alguna decisión caciquil que cerró una escuela con seis niños (cuando ese era el mínimo necesario y suficiente) al trasladar el propio alcalde a sus tres criaturas a otro colegio para perjudicar a un vecino que tenía a sus tres hijos escolarizados en el pueblo (y ese caso lo conozco de cerca).


España vacía

Los opositores al concepto de la España vacía arguyen, no sin razón, que el territorio aludido, aunque poco densamente, está poblado y que sus habitantes merecen no solo el reconocimiento de su existencia sino, y sobre todo, la atención que conlleva el hecho de existir, persistir y resistir en condiciones precarias, aunque algún prócer insistió en que tienen que abandonar su victimismo porque no proyecta imagen de progreso y futuro, como si el personal rural no tuviera derecho al pataleo por creer que otra forma de hacer las cosas es posible; el emprendimiento que la administración les reclama y que muchos practican con un empecinamiento digno de admiración ha de ser, necesariamente reivindicativo, sobre todo porque el empeño de los que hacen está muy por encima de la credibilidad de los que hablan y la reivindicación la practican las víctimas de la mala praxis político-administrativa. Sin embargo, la España vacía es tan realidad como la vaciada y, si citar a Sergio del Molino (autor del libro del mismo título), supone haberlo leído e interiorizado, bienvenido sea.

La España despoblada

Despoblada o deprimida demográficamente son dos conceptos que nacen de esa zona de intersección que tienen la Geografía Humana y la Sociología y que tanto me interesan por formación y por investigaciones propias. Su significado se explica por sí solo con seis datos objetivos: la densidad de Madrid es de 833 habitantes por Km², la de Cataluña es de 240,7 h/Km², la media de España es de 94 h/Km², la de Aragón 28 h/Km², la de la Comunidad de Calatayud 14,71 h/Km² y la del Campo de Daroca 4,97 h/Km². Además de todo lo antedicho, son muchos los factores sociológicos que han contribuido a la depresión demográfica interior, para entender algunos de ellos, que he vivido personalmente, recomiendo la lectura de «El pueblo en la cara», un cuentecito de Miguel Delibes publicado en «Viejas historias de Castilla la Vieja" allá por 1964. Y es que la consideración de pueblerino que debería enorgullecernos (y nos enorgullece) se ha utilizado como arma arrojadiza con la que afear los usos y valores culturales y personales derivados de la procedencia rural en lo que constituye más que una muestra de la mentalidad capitalina, lo que se me ocurre denominar como una cazurrez charnega, fruto del desprecio al diferente del que hacemos bandera. 

La desconsideración hacia lo rural tiene muchas ramificaciones, no en vano, hasta la edición de 2014, el Diccionario de la Real Academia Española, a la acepción actual de rural «Perteneciente o relativo a la vida en el campo y a sus labores», añadía la poco presentable de «Inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas», y miren ustedes, apegado, sí, pero la incultura que se le suponía al aldeano escondía, entre otras, la inteligencia natural y el arraigo patrimonial y territorial valores que si no estuviéramos perdiendo, igual nos estarían cantando otros gallos y otras gallinas. A esto contribuyeron maestros y maestras que, con mejor intención que acierto, pretendían desterrar de nuestro habla palabras como choceta o nublo, por citar dos, en vez de explicarnos que una cosa es el habla y otra la lengua y que ninguna de las dos nos han de ser ajenas.

Como tan bienintencionada y digna de agradecimiento como equivocada era la mentalidad de mi padre, que quería que su hijo fuese más que él, que estudiara fuera y que, a ser posible, se hiciera un hueco en la capital y por esa meta mis padres lucharon a brazo partido y me llevaron interno con diez años, un viaje hacia el desarraigo contra el que algunos hemos luchado (al año ya estaba otra vez en el pueblo) y otros han asumido (volví a salir al internado con 15 años) de mejor o peor grado.

El orgullo rural

Aunque fuera de la artificiosa polémica semántica, el orgullo rural emerge como un paliativo ante la despoblación que tiene tanto de amor propio como de reivindicación pues pese a que nos quieran sumisos (que la sociedad civil organizada aterroriza al poder), como cantaba Carbonell, aunque «los viejos y barrancos solo quedan, nacerán de las arcillas nuevos frutos que abrirán con sus raíces nuevas senda».


Así que dejaré que sea el propio orgullo rural quien se defina:

«¿Cómo vamos a revertir la despoblación si nadie quiere ni de lejos vivir en un pueblo? ¿Si ignoran que aquí somos felices? ¿Si no saben de sus ventajas, de sus posibilidades? A través del orgullo vamos a gritar a los cuatro vientos que estamos aquí. Mostrar nuestra actividad, nuestra vitalidad, nuestra diversidad, nuestra alegría. Juntarnos los orgullosos y retroalimentar nuestro orgullo. Pegarle el orgullo al que lo tiene herido. Dar mucha envidia. Y quizá así generemos el caldo de cultivo necesario para poder reconstruir el mundo rural que necesitamos todos. Vivo, diverso y cuidado».

Epílogo

En fin, que como no me gusta dejar ideas en el tintero, las escribo para afirmar que, siendo importantes, las palabras no pueden enmascarar el objetivo y éste no es otro que el futuro de un medio rural vaciado, vacío, despoblado o deprimido (demográficamente) pero, por encima de todo, orgulloso y que cansado de ser sumiso quiere ser pujante.