sábado, 20 de junio de 2020

De esta no saldremos mejores

"De ésta saldremos mejores" ha sido una de las divisas del confinamiento, hubo quien redondeó la idea con otras afirmaciones: que si veríamos el mundo de otra manera, que si aprenderíamos mucho, que si nos querríamos más individual y colectivamente, hasta al planeta lo íbamos a cuidar más. Pero no, parece que no sólo no hemos salido mejores sino que hemos aprendido a odiar más y mejor o, al menos, que la pandemia ha sacado a la luz lo mejor de muchos y lo peor de otros.

Sólo son cuatro ejemplos de esta pandemia de odios que parece haberse desatado también por contagio y para la que no sirve más profilaxis que la denuncia y el repudio. El huevo de la serpiente está incubado por líderes cuyo único argumento es sembrar rencor mediante un discurso que no atiende a los datos objetivos sino a un andamiaje ideológico que se construye desde la negación de la verdad y, curiosamente desde el apoliticismo. 

Por lo visto, en España sólo estamos politizados en la izquierda, toda esta gente que hace del odio su argumento se declara apolítica, más o menos como lo hacía Franco. El pasado viernes, sin ir más lejos, a la hora del vermú, me senté en la terraza del bar de abajo, después de una mañana de trabajo. Dentro, y sin ninguna medida preventiva, como de costumbre, se desarrollaban dos tertulias a grito pelado de esa especie a la que podríamos denominar como los EAI (expertos apolíticos inmunes): Acodados en la barra, cuatro militares más jóvenes que yo, pero que llevan en la reserva más de una década, despotricaban contra Pedro Sánchez, "el coletas", Fernando Simón, los ministros podemitas y toda esa tribu, regando su discurso con cervezas e intercambio salivar dada su proximidad y su enfervorizada dialéctica. Alrededor de una mesa, media docena de jubilados hacían lo propio al amor de sus cortados o sus vinos. 

Y es que los partidarios de la política parlamentaria macarra y tabernaria son los mismos que la practican en los bares, las galerías de tiro, los tweets pasados de rosca o las amenazas anónimas y para que éstos sigan con sus diatribas sobreactúan sus (de ellos) señorías macarras.

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