En1979, Gloria Fuertes publicaba esta deliciosa obra (Las tres Reinas Magas). Por aquellos años, que se me antojan mucho más tolerantes que la actualidad, no recuerdo ninguna polémica recalcitrante por la aparición en escena de Melchora, Gaspara y Baltasara. Recuerdo que fue uno de los primeros libros que compramos para la biblioteca de mi pueblo y todavía se sigue representando no solo en colegios sino en teatros profesionales.
Qué penica de tiempos en los que, al amparo de la supuesta tradición, que no es otra cosa que evolución del mito (recordar que los magos, que no reyes, sólo aparecen en el evangelio de Mateo y en ningún otro de los cuatro evangelios canónicos y que la imagen que hemos construido ahora se ha ido perfilando a lo largo de la historia: sus edades -vejez, madurez, juventud-, sus procedencias -Asia, Europa y África- su ocupación realeza, magia, adivinación... para adaptar el simbolismo a las circunstancias religiosas, sociales o étnicas -es común ver representaciones americanas con un indígena sustituyendo a uno de los magos-) se monte una pirula de dimensiones inabarcables porque una mujer haga el papel de uno de los personajes, porque unas drag Queen saquen una carroza (también la sacan el corte inglés, Bob Esponja o Pocoyó y no pasa nada pese a no tener mucho de tradicionales) o porque estos magos o adivinos reconvertidos en majestades lleven ropa de no sé qué color o diseño (Eso sí, por disfrazar a un blanco de negro no pasa nada -yo mismo lo he sido-). Y es que sacarlo todo de quicio se ha convertido en deporte nacional.
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