El secretismo no es para mantener el suspense y dar la sorpresa final a golpe de ¡tachánnnnnn! sino que responde a otras razones más pragmáticas: ocultar hasta que no tiene remedio el pasado más o menos turbulento o, directamente, turbio de los nominados.
Al día siguiente encontramos en los medios las hazañas biográficas del gobierno, algunas sabidas, en los que repiten, y otras novedosas, pero como ya tienen su cartera, Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita (a no ser que el escándalo vaya a mayores.
Así, nos hemos enterado de que Montserrat Operador Logístico S.L., propiedad la nueva ministra de sanidad y de su madre debe a las arcas del estado (nos debe) la friolera de 2.305.822,98 euros (al cierre de 2015).
Por su parte, el nuevo ministro del interior continúa con el fervor mariano de su antecesor y, cuando era alcalde de Sevilla, cambió la calle Pilar Bardem por la de la Virgen de la Merced o la del trasnochado Viriato por la Purísima. Fátima Báñez ya tiene compañero de rogativas para pedir por la salud de los parados y la efectividad de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Pero Zoido tiene más hazañas en su haber como el incumplimiento de la ley de memoria histórica; las trabas a la circulación de bicicletas; el desplifarro en farolas (como buen alcalde que se precie) o en celebrar la coronación de Felipe VI con bandos y un cuadro que sumaron más de 38.000 €; las multas de 750 € a los que no tienen otra que rebuscar en la basura, la prohibición de jugar al dominó en las terrazas o su homofobia declarada en las redes sociales. Eso sí, es un buen muchacho que se va a dejar la piel por el personal.
Que Cospedal desviara fondos del hospital de Toledo para pagar gastos de publicidad institucional (115 millones del ala) o que fuera la jefa de Bárcenas no es, como diría su presidente, cosa menor y, por lo tanto, es cosa mayor, igualico que la cerámica de Talavera. Tampoco lo es que su marido aumente sus beneficios en un 150% en un solo ejercicio.
Que el nuevo ministro de fomento, hasta ahora alcalde de Santander, tenga el plan urbanístico del Ayuntamiento que gobernó hasta anteayer en los tribunales plantea algunas dudas sobre su idoneidad. Que Álvaro Nadal, ministro de energía, turismo y la cosa digital tenga colocada a la familia en su entorno dice mucho de su apego a los suyos...
Aunque lo que más me jode de todo esto es haber descubierto que Luis de Guindos es de mi quinta, espeluznado me tiene desde entonces.
Claro que, también lo de Ramón Espinar se las trae, cada uno a su nivel, eso sí: No tengo perras para comprarme un piso, pero me lo compro porque mi papá es un baranda de Caja Madrid (procesado por las tarjetas Black, por cierto) y me lo adjudica a dedo, pero como soy un poco inocente, me lo vendo cuando me lo dan porque me doy cuenta que cobro menos de 500€ al mes y no puedo pagarlo, así que digo que le digo a la comunidad de Madrid que lo voy a vender por lo que me costó, me lo autorizan y lo vendo por treinta y tanto mil euros más (aunque aclaro que sólo gané 20.000 porque el resto se lo llevó la pérfida hacienda). Eso sí, como soy un buen chaval, con los beneficios me pago un máster y me compro un ordenador, que no me lo gasto en juergas. Y como todo es legal puedo seguir siendo el látigo de los que hacen como yo, pero cosas más gordas -oiga- con la conciencia limpia y todos los cabecillas de mi partido me sacan la cara porque el hecho de que yo sea un tramposo no es sino una conspiración contra mí, aunque sea un tamposo de hecho.
Algunos pensarán que esto es el acabose, pero no, como diría Mafalda, que es una de las pocas personas a las que se les puede hacer caso, esto es el continuose del empezose de ustedes (los que estén donde estén siempre están en el meollo).
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