Política a pie de calle
A uno le pierde la memoria, no la mala sino la buena. Recuerdo la campaña del PP en las pasadas elecciones municipales cuando sacó a la calle un banco azul con ese lema: ¿Hablamos? Política a pie de calle
Los paseantes (no sé si casuales) eran invitados a departir con el aspirante acerca de los problemas zaragozanos. Entonces era el político quien buscaba al ciudadano para hacerse la foto, que viste mucho un candidato rebajándose a charlar con la plebe sentado en un banco, objeto plebeyo donde los haya.
Ahora resulta que son los ciudadanos quienes quieren hablar con el político (escrache llaman a eso, o política de calle -la de verdad-, que viene a ser lo mismo) y reciben, ya no la callada por respuesta, sino la acción policial y la correspondiente multa de la autoridad competente (en materia de multas y represión, que en lo demás está por ver).
Ya no estamos en campaña electoral y el banco de la charleta se pudre en un rincón cagado de palomas y otras mierdas menos naturales aunque igual de habituales, ya se llevó puesta al trastero la mierda de intención que nunca tuvo.
Nos hemos enterado de que aquel ¿hablamos? no era sino una pregunta retórica que no llevaba implícito el consiguiente te escuchamos. La política a pie de calle del candidato era para él, para hacerse la foto, pero los depositarios del poder no pueden ejercerla ¿habrase visto semejamte desfachatez? El banco en cuestión no era un banco ciudadano, sino de los que jubilan a sus consejeros condenados por 88 millones del ala...
Que, en fin, la foto era tan falsa como la pose del entonces candidato, que se sentaba, sí, con el ciudadano, pero no para escucharle, sino como prólogo de la burla y chirigota que le preparaba durante los cuatro años siguientes. (Véase el descojone del tipo en el congreso el glorioso día del ¡que se jodan! de Fabra).
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