A las 12 de la mañana estaba convocada la manifestación en el paseo de Calatayud, no tengo fotos, una pena porque hemos sido más que nunca, cualquiera que, como yo, haya estado en todas lo sabe. ¿Cuantos? no sé, como cuatro veces la última ¿y cuánto es eso? No sé, entre 30 (según la policía municipal) y 3.000 (según los organizadores). La marcha ha comenzado con pocas consignas (la timidez de la falta de costumbre); al llegar al extremo del paseo, la cabecera se ha dirigido hacia la carretera, la fuerza pública ha puesto cara de susto y ha comenzado a correr: un pequeño revuelo entre los manifestantes. Finalizado el recorrido alternando carretera y paseo, vuelta al punto de partida: las banderas.
Allí se ha producido la sorpresa: mientras la cabecera formada por una veintena de miembros de las ejecutivas comarcales sindicales se detenía, el resto la segunda línea ha seguido la marcha hacia el Ayuntamiento. Yo, que iba en la cola, me he vuelto hacia las banderas para ver la cara de incredulidad de los ¿líderes? sindicales, alguno visiblemente cabreado por la unánime respuesta del personal ante el inesperado tirón.
Hace tiempo que los ¿obreros? ¿parados? ¿trabajadores?, que cada cual elija (yo soy obrero, hijo de obrero, nieto de jornaleros), hace tiempo, decía, que se ha producido el
sorpasso, que las reivindicaciones obreras han adelantado a los sindicatos y las sociales a los políticos, es probable que todavía no nos hayamos dado cuenta, que la segunda línea de la manifestación bilbilitana haya llegado a las puertas del Ayuntamiento sin percatarse de que los ¿líderes? habían quedado atrás.
Hoy he visto en el telediario el encuentro entre Ratzinger y Fidel (reproduzco la foto) y me ha parecido que se encontraban Nefertiti y Akenathon, Méndez y Toxo, Rubalcaba y Rajoy (con Cayo Lara Y Rosa Díez de intérpretes), momias al fin y al cabo.
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