Los procesos electorales no siempre se rigen por principios ideológicos, ni siquiera lógicos, sino que tienen un componente emocional importante; el principio acción-reacción funciona y las mociones de censura, que nunca han sido bien aceptadas por el pueblo, tienen un coste importante, sobre todo si se ganan.
Otra vez un porcentaje de participación superior al 68,44 % para siete candidaturas: Partido Socialista Obrero Español, Partido Popular, Partido Aragonés, Izquierda Unida, Partido Aragonés Independiente, Centro Democrático y Social y Chunta Aragonesista, nombrados en orden decreciente respecto al número de votos obtenidos.
Descartados por la antidemocrática Ley Electoral (que no por la Ley D'Hondt) los partidos que no obtuvieron el 5% de los votos quedaron fuera del Ayuntamiento. Entre Izquierda Unida, PAI, CDS y Chunta Aragonesista sumaban el 9,48% de las papeletas, lo supone que la opinión de 910 bilbilitanos es considerada despreciable por una norma electoral que puede merecer cualquier calificativo (tramposa, timadora, especuladora...) menos el de democrática.
El tradicional reparto de votos entre las candidaturas se rompió desde este momento y la tendencia a un bipartidismo matizado con la presencia de alguna fuerza minoritaria se hará cada vez más patente. La aplicación de esta norma supuso la desaparicion del centro presente en dos de las tres corporaciones anteriores y la pérdida de representación de IU que, salvo en las primeras elecciones donde obtuvo 4 escaños, mantuvo un concejal que, en estas elecciones abandonó las filas de la izquierda para presentarse bajo las siglas del PSOE.
Otro de los factores de esta pérdida de representación fue la concentración de los votos de centro-izquierda y los de izquierda en el PSOE, con la intención de devolver la alcaldía arrebatada en la moción de censura de la anterior legislatura.
Los grandes perjudicados de la moción de censura fueron los miembros del PAR, que habían asumido la alcaldía tras la reprobación del PSOE y a quienes la población achacó, por tanto, la responsabilidad de aquel proceso, sin reparar en que, como dijimos en el post anterior, el trabajo en la sombra había corrido a cargo de los populares. No solo quedaron con un concejal en la corporación, sino que se produjo un proceso de abandono de militantes y cargos que habiendo representado a los regionalistas en anteriores elecciones o siendo militantes significados, pasaron a engrosar las listas del PP, lo que reafirma la tesis de que el PAR, pese a su autodenominado centrismo porque ha apoyado indistintamente al PSOE o al PP en distintas instituciones, tiene una clara tendencia derechista ya que sus integrantes siempre eligen a la derecha cuando abandonan sus filas; quizás el pretendido centrismo del partido no sea más que una actitud de estar siempre al sol que más calienta.
Comenzó a verse que la moción de censura había salido redonda para el PP, que pasó de 4 a 6 concejales, manteniendo una progresión creciente desde las primeras elecciones.
El PSOE obtuvo una sorpresiva mayoría absoluta para gobernar: 11 de los 17 concejales formaban el grupo socialista y Jorge Sánchez, recientemente fallecido, ocupó la alcaldía para los siguientes 4 años. Pese a que se incrementaron los servicios sociales en Calatayud: la inauguración de la residencia asistida de la tercera edad San Íñigo se ianuguró en 1994 y el centro de día en mayo del 95, no fueron buenos años para el gobierno de Jorge Sánchez pues, pese a la sintonía con el PSOE gobernante en España, la Diputación Provincial, vicepresidida por Pascual Marco hasta 1993 y, posteriormente presidida por el mismo hasta finalizar la legislatura, castigaba a Calatayud para preservar la baronía territorial del alcalde alameño y reforzar su poder en el partido judicial de Calatayud.
Tampoco la situación en la Diputación General de Aragón fue propicia para los intereses de Calatayud ya que durante la primera mitad de la legislatura gobernó la pinza PAR-PP y desde septiembre de 1993, tras una moción de censura apoyada por un tránsfuga del PP, fue depuesta la coalición por el PSOE, bajo la presidencia de José Marco, al que ya nos hemos referido hablando de su personalismo y que acabó imputado en casos de corrupción.
Dos importantes infraestructuras sociales abrieron sus puertas en esta época: la residencia asistida San Íñigo en septiembre del 94 y el centro de día de la Rúa que la ministra Alberdi inauguró en mayo de 1995.
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