Trabajé en Mallorca allá por el año 84 y me alojaba al pie del castillo de Bellver, en una pensión de la calle 2 de mayo. Para ir a mi colegio en Paguera o la playa más cercans, Cala Major, pasaba a diario por delante del famoso Palacio de Marivent, colgado sobre el acantilado de la cala y residencia vacacional de la monarquía española cuya presencia se notaba por el despliegue policial que lo acordonaba.
En unos días veremos en la prensa la tradicional foto familiar de los monarcas en sus jardines y daremos por hecho que se retratan en su casa, sin embargo, el edificio ni pertenece a la real casa ni cumple la función que previó su propietario y donante, el ingeniero de minas y pintor "Joan" Saridakis, sino que es el fruto de un expolio, de un abuso más de esta familia.
El palacio de Marivent o, mejor, can Saridakis, como lo conocen los isleños, lo mandó construir el artista enamorado del entorno y se instaló allí en 1925. El tiempo y su fortuna, extraída de las minas de Chile, llenaron la residencia de una extraordinaria colección de cerámicas, esculturas y pinturas que, según el catálogo que se hizo en 1978, llegaban a las 1.300 obras de Miró, Picasso, Rusiñol, Sorolla, Delacroix, además de una colección de 2.000 valiosos libros y muebles artesanales.
En 1965, dos años después de la muerte de Saridakis, su viuda cumplió la voluntad del difunto y donó la finca y su contenido al pueblo balear a través de la Diputación Provincial, estipulando en el contrato de donación, entre otras, las siguientes condiciones:
- Que los bienes donados debían destinarse a perpetuidad a la instalación de un museo de arte provincial y servicios culturales y de enseñanza y adiestramiento artístico complementario.
- Que si la residencia de Marivent no se destinaba al uso deseado por el fallecido pintor y su esposa durante un período superior a seis meses al año, el palacio debía ser devuelto a su donante o a sus herederos.