domingo, 15 de abril de 2018

Y vuelta con la empentada

Y vuelta con la empentada, era una frase típica de mi padre que reutilizo para recordar las riadas del 03, 07, 13, 15 y esta del 18.



Comparto casi todo lo que dice Roberto González, el alcalde de Villafranca de Ebro que, seguramente, no será de mi cuerda, pero dice verdades como puños, esas verdades que siempre han caracterizado a los de la ribera del Ebro.

http://www.aragonradio.es/radio?reproducir=170389 (hacia el final).

Ahí voy:

Me reconozco como una persona preocupada por el medio ambiente, aunque no sé si los ecologistas de pedigrí, los que  nunca han deshecho un tormo de tierra con sus manos, me aceptarían en su club (y menos después de esto). 

Soy Villafranquero (que no villafranquino, como se.empeñan en decir la güiquipedia  y la diputación) de crianza porque me nacieron en Zaragoza. He vivido buena parte de mi vida a orillas del Ebro, no en vano mi pueblo lleva su apellido y conozco sus brutales estiajes, sus inmensas riadas y sus caprichos capaces de trasladar hectáreas de tierra de una margen a otra porque un meandro ha tenido ese antojo, de hecho tengo un corro de tierra (así se dice) en Fuentes que conocí de niño en la margen izquierda (muy pocos saben que una parte del término municipal Villafranquero se pasó a la derecha).

La prueba de mi relación con el Ebro es que, con mi padre y a regañadientes, lloré cuando quitamos las dos nogueras (que no nogales) del Soto Lugar; he labrado (con burro y aladro) en el Tollo, he cosechado panizo a mano en el Sotico, y he respigado en la Mejana, como.cualquier chico (de entonces) de mi pueblo para sacar unas perras con las que pasar las fiestas de diciembre (las de Santa Barbara, así, sin acento, que hablamos así y eso es ecosistema lingüístico). 

Y hablando de sotos y de mejanas (que somos tan bárbaros y tan iletrados naturales que hasta el corrector me lo marca como erróneo), recuerdo que casi nunca llegaba el Ebro hasta las Viudas, una o dos veces en los veintipocos años que viví en Villafranca (de Ebro), claro que entonces también llegó a Campillos (se veía desde nuestro barrio bajo) y hasta el puente de la Ordana (la acequia de Urdán para los ajenos, que en cosas de riegos y de aguas tenemos probada experiencia).

Como hijo de agricultores y como migrante por necesidad, hace ya 34 años que vivo justo encima de otro río (tengo al Jalón justo debajo de mi terraza), sé que una riada como esta o como las otras que menciona Roberto en el podcast que acompaño, es una ruina (que no saben lo que dicen quienes dicen que la cosa no preocupa porque no llega al casco urbano, que la economía de los pueblos depende del alfalce. La mentalidad urbanita entiende que como el agua no llega al sofá de casa la cosa no es de preocupar, pero para quien vive del alfalce (que no alfalfa) y el panizo (que no maíz), es un desastre que ni siquiera cubre el seguro en su injusta medida.

Si una mota (y he trabajado en reforzar varias por la noche y por el día, sin descanso) se rompe es porque está mal hecha, sobre todo si revienta antes de que llegue la cresta de la riada y da igual que vengan políticos e ingenieros, la UME o la madre que los parió; está mal hecha y punto, como está mal hecha esa autovía AR1 que puso un puente de juzgado de guardia sobre el río en contra de la opinión de los vecinos. Mala política es, como dice Roberto, la que se hace fotos cambiando la corbata por la camisa en el 03, 07, 13, 15 y en el 18. Habrá que buscar alguna solución y los lugareños sabemos cual es. Si el agua recrecida no cabe en el río es, en parte, porque el cauce ha perdido capacidad por los sedimentos acumulados y no limpiados durante el año.

La biodiversidad del Ebro se la cargó el desarrolismo: las papeleras, las químicas de los afluentes, las especies invasoras... La biodiversidad del Ebro se la cargaron las gentes que necesitaban enriquecer su patrimonio: empresarios y sus vertidos, obreros que trabajaban para ellos, criadas (algunas de mi pueblo y mi familia) que lavaban sus palominos... La Biodiversidad del Ebro se la cargaron, también, los ecologistas de salón olvidando que un pueblo es parte del ecosistema y se sostiene con su economía agrícola y no con adosados para que vivan los ecologistas de salón.

De niño, conocí carpas, tencas, barbos y hasta a alguien que dice que pescó una trucha. Conocí y conozco, los estoy oyendo ahora sobre el Jalón, mi río de ahora, los cantos de las calandrias y las cardelinas, sé lo que dicen, cómo se provocan encelándose, se requieren y se gustan. Y sé que a ellas no les importa que se limpie el río, como siempre se ha hecho, respetando sus chopos y sus álamos, me lo están cantando ahora mismo. Porque el río es un ser vivo, parte de un ecosistema solidario donde vivimos (donde hemos vivido hace miles de años) calandrias, cardelinas, chopos, álamos, carpas, percas y hasta truchas que alguien dice que pescó, jabalíes, agricultores Villafranqueros (y hasta villafranquinos) que saben (sabemos) que un pueblo es un ecosistema que hay que conservar y que todos formamos parte de ese ecosistema, hasta los que no saben que existe.

A ver, señores y señoras ecologistas (grupos a los que, creo, pertenezco) Pese a la dualidad que plantea Roberto, el ecosistema rural necesita medidas que mariden el respeto al medio y la supervivencia económica y nadie sabe más de eso que quienes construyen todos los días y generación tras generación los pueblos.

sábado, 7 de abril de 2018

martes, 3 de abril de 2018

La cabra, la procesión y el fundador.

Ver a cuatro ministros cantando el himno de la legión en la procesión del Cristo de la buena muerte me dio grima: clero, gobierno y ejército son una combinación que transporta a aquellos tiempos en los que los obispos fascistas bendecían a un Franco bajo palio.



Para dar ejemplo a los escolares que tendrán que aprender estas bonitas canciones en próximos cursos, Méndez de Vigo, Catalá y Zoido, amén de Cospedal, entonaron aquello de que son los novios de la muerte durante la citada procesión mientras los legionarios desfilaban y portaban al Cristo (el mismo que dijo: Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado -Juan 15:12-13-). a brazo alzado y con escolta de armas, como corresponde a este estado aconfesional y pasado de rosca.

Dándole una vuelta al asunto, mi grima se convierte en un reír por no llorar al percatarme de que de todos los colectivos intervinientes: ministros, clero, ejército e, incluso, asistentes al espectáculo (si les movía la fe cristiana y no el sentido del espectáculo), la única coherente era la cabra.

En este estado de cosas, el 1 de abril toca que la fundación dictador Francisco Franco, haga apología del genocidio franquista y no pasa nada; mientras en Alemania, la susodicha organización fascista está bloqueada en las redes sociales. Aquí se juzga y se condena a cualquier gilipollas que publica una gilipollez en su red social, o a cualquier otro que, con peor baba pide la vuelta a tiempos de violencia extrema, o se censuran revistas satíricas por orden judicial, o por la misma vía se secuestran libros de investigación periodística sobre narcos... En este mismo país, digo, se permite y se subvenciona que una organización fascista loe el genocidio y al genocida. Esto sí que es para llorar y para rebelarse.

Y también es para llorar y, sobre todo, para rebelarse que el ministerio de defensa (el mismo que mangonea ese novio de la muerte llamado María Dolores de Cospedal) aparezca como patrocinador de un acto en honor a Millán Astray, en cuyo cartel aparece el novio de la muerte por antonomasia haciendo el saludo fascista.


De todos los personajes citados, me sigo quedando con la cabra, me identifico más con ella.