domingo, 4 de noviembre de 2012

Modigliani al desnudo


Seguro que hay mil maneras de enfrentarse al pesimismo inoculado por esta crisis que ya no es solo económica ni política ni social sino todo a la vez y, por tanto, vital. Esta tarde gris de domingo he encontrado una (tengo la suerte de que, hasta ahora, siempre encuentro una) manera de despejar la mala leche que me produce la estupidez cotidiana y me he refugiado en Modigliani.

Al pasar el índice por los lomos de mis libros de arte podría haber detenido su trayecto en cualquiera, después de todo no voy a tener libros de arte que no me gusten, pero  se ha detenido hoy en Modigliani y se lo agradezco: Ya tenía ganas de poner en limpio algo de optimismo y, pese a los avatares del propio artista, su pintura siempre me ha practicado el boca a boca terapéutico para salir del ahogo: sus retratos me parecen vagamente reconocibles y sus desnudos me encandilan.

La excusa para que la autoridad gubernativa le cerrara su exposición en la galería Weill por indecente fue que la visión del vello púbico los desnudos era escandalosa, como si no hubiera otra cosa de la que avergonzarse.

Modi me dejó para disfrutarlo hoy, una imagen de mujer que no es mitología ni religión ni aristocracia; es, ni más ni menos, una imagen de mujer francamente reconocible y, por eso, especialmente amable.

Nota: qué obsesión la de las autoridades gubernativas por ocultar el vello púbico y practicar el desvello público.

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