sábado, 20 de agosto de 2011

Obras


Uno que pensaba que lo del bosque de grúas era consustancial al modelo de desarrollo typical spanish que tan bien definió aquella famosa frase del exministro de exfomento, (también expepe, varias veces exmarido o expareja y futuro expresidente de Asturias), Francisco Álvarez-Cascos cuando se refería a que en España los pisos estaban caros porque los españoles podían pagarlos. Modelo que, por cierto, es en parte causante de la ruina de muchos de esos españoles y del propio ministerio de fomento, que ahora puede fomentar muy poco.

Pues no, Alemania es, ahora mismo, un mar de obras: amén de los apaños callejeros inherentes a cualquier ciudad que sustituyen el incómodo pavés viejo por el incómodo pavés nuevo, cualquier monumento que se precie está en obras, lo ha estado recientemente o amenaza con estarlo en breve; incluso existen recuerdos de monumentos destruidos en la gran guerra  en los que puede leerse: aquí hubo una iglesia y se construirá otra igualita (eso sí, cuando se pueda).

Ya se sabe que a la declaración de algo como Patrimonio de la humanidad supone la inmediata disposición de obras por doquier, como ocurre en Museuminsel, por ejemplo, donde tras una acertada (aunque hayan olvidado las taquillas) y costosa restauración del Neues Museum, la han emprendido con el museo de Pérgamo (a Berlín y no a Pérgamo deberá dirigirse el viajero que quiera admirar el altar de Zeus en Pérgamo, lo que ocasiona no pocos problemas a los alumnos de bachillerato que pueden llegar a ubicar la obra en el barrio Berlinés de Pérgamo o considerar Berlín como una colonia griega en la península de Anatolia -y es que no se lo ponemos nada fácil con tanto ir y venir de las obras de arte-).

Algo parecido podría decirse de Postdam, donde tomé esta fotografía que no sé si quiere decir: esto es lo que hubo aquí, mañana habrá otra cosa o cuando acabemos, esto quedará así de bien.

 

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