miércoles, 3 de agosto de 2011

Las bicicletas


No sé si en Alemania las bicicletas son para el verano, imagino que con el frío invierno centroeuropeo no habrá tantas circulando por las calles, pero en época estival son tan abundantes que han llamado poderosamente mi atención. La verdad es que las ciudades que he visitado animan a usar este medio de transporte: no hay grandes cuestas, el carril bici está muy extendido y las facilidades son muchas como la posibilidad de subir la máquina al tren o al metro (aunque también pueden subir con perro a trenes y metros y, sin embargo, no he visto tantos por la calle como por aquí). Llegando hasta la estación de Postdam, a la puerta del centro comercial adosado a la misma, un mar de bicicletas, del que solo muestro una parte, me sorprendió; supongo que estarán acostumbrados a encontrar la suya, a mí me parece como buscar una aguja en un pajar. En un día soleado como el que hacía, comprendí que, aunque lo de pedalear al sol estival está bien, las bicicletas son para ir al centro comercial en verano.


Así se comprende que circulen por las calles alemanas todo tipo de velocípedos, sobre todo con configuraciones muy urbanas: nada de bicis de montaña con amortiguación y cuadro de no se qué aleación ligera, sino las de toda la vida con su sillín grande que en nada se parece a esa especie de consolador que montan las deportivas, su soporte o cesta para la compra o sillita del niño o todo a la vez, sus guardabarros, su faro... Las hay individuales y colectivas (una especie de engendro que circula impunemente entre el tráfico con plataforma y pedales alrededor del cual pedalean cinco o seis esforzados ciclistas adelantando a todo quisqui con evidentes expresiones de júbilo, que también pueden convertirse en artilugios donde la familia que pedalea unida, permanece unida ); ciclotaxis con su carrito para dos personas (algunos muy tradicionales, con guirnaldas de florecitas y todo, otros tipo futurista y con una batería de apoyo, como aquellos que vimos aparecer y desaparecer con la expo), carritos de bebé enganchados al soporte con bebé alucinando de pasajero y perdiéndose los halagos de propios y extraños con aquello de qué mono se parece a su tío Ambrosio... y hasta vendedores ambulantes cuyo mostrador es la bicicleta.

La mayoría de las veces, los carriles bici carecen de señalización vertical u horizontal y viendo como se las gastan algunos ciclistas radicales, es necesario ir pendiente de no invadir su territorio, y es preferible pecar de prudente evitando pisar cualquier pavimento que se parezca, aun remotamente, a una banda continua relativamente diferenciada del resto que recibir la sarta de improperios alemanes que mi mujer tuvo que soportarle a una ciclista iracunda por un quítame allá ese pie del carril.


Después de dos esguinces leves de tobillo caminando por las aceras berlinesas fui consciente de que los ediles de urbanismo o tráfico invierten más recursos en tener transitables los carriles bici que el resto de las aceras, donde conviven en variopinta macedonia todo tipo de pavimentos, a cual más irregular y traicionero, para persuadir, supongo, al peatón no avisado amén de politraumatizado, de que la bicicleta es el medio de transporte ideal.

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